En los últimos días ha estallado una tormenta diplomática entre Colombia y Estados Unidos que ha puesto el foco en un elemento pocas veces visto con tanta carga política: la visa. La revocación del visado del presidente Gustavo Petro por parte del Departamento de Estado estadounidense, seguida por la renuncia voluntaria de la ministra de Relaciones Exteriores (Rosa Villavicencio) a su propia visa como gesto simbólico, ha dado pie a un debate sobre si los pasaportes diplomáticos y las visas se están usando como instrumentos de presión política más que como simples permisos de tránsito.
Antecedentes inmediatos
- El 27 de septiembre de 2025, el gobierno de EE.UU. anunció que revocó la visa de Gustavo Petro, calificando sus declaraciones como “imprudentes e incendiarias”, especialmente tras su participación en una movilización pro palestina en Nueva York, donde instó a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes del presidente Donald Trump.
- En respuesta, la Cancillería colombiana consideró la medida una violación al derecho internacional, señalando que el acto atentaba contra el espíritu de la Carta de la ONU y que el acceso diplomático de los Jefes de Estado y representantes debía estar garantizado por el país sede (Estados Unidos) conforme al “Acuerdo de Sede” de Naciones Unidas.
- Acto seguido, Rosa Villavicencio, canciller de Colombia, renunció irrevocablemente a su visa estadounidense como muestra de solidaridad con el presidente y en defensa de la soberanía nacional.
- Se sumaron al gesto otros funcionarios del gabinete, incluyendo el ministro de Hacienda Germán Ávila.
- La declaratoria del gobierno colombiano advierte que, si Washington insiste en usar visas diplomáticas como herramientas políticas, se podría pensar en trasladar la sede de la Asamblea General de la ONU a un país neutral donde no se impongan esas restricciones.
Análisis: diplomacia, soberanía y presión simbólica
Este caso pone en evidencia cómo algo que normalmente es administrativo —el otorgamiento, renovación o revocación de un visado— puede transformarse en un arma diplomática con efectos simbólicos significativos.
- El valor simbólico del visado diplomático
En contextos normales, los visados diplomáticos ocupan un espacio técnico: permitir el tránsito de diplomáticos, garantizar inmunidades y facilitar el trabajo internacional. Pero en situaciones de conflicto diplomático, la suspensión o revocación puede interpretarse como un mensaje de sanción política, una señal de rechazo o un intento de limitar la voz pública de un gobernante. - Soberanía vs. prerrogativas de país anfitrión
Colombia insiste en que el “Acuerdo de Sede” de Naciones Unidas debe obligar al país anfitrión (Estados Unidos) a garantizar el ingreso de representantes estatales sin trabas migratorias arbitrarias. EE.UU., por su lado, señala que la diplomacia no excluye responsabilidades legales: si un líder hace declaraciones que considera desestabilizadoras o incitadoras, puede aplicar sanciones como la revocación del visado. El choque entre ambas visiones se ha vuelto el centro del conflicto. - Estrategia política interna
Desde el punto de vista del gobierno colombiano, este episodio es una oportunidad para reforzar un mensaje de dignidad nacional, frente a lo que califican de “injerencia extranjera”. Hacer renunciar visados “por dignidad” es una jugada con resonancia política doméstica: apela al patriotismo, coloca al gobierno en posición de víctima frente a una gran potencia, y refuerza la narrativa de independencia diplomática. - Riesgos y precedentes
- Podría generar represalias económicas o diplomáticas adicionales.
- Sienta un precedente en el que las visas se convierten en moneda de cambio recurrente en crisis diplomáticas.
- Dificulta futuras relaciones multilaterales si países sienten que pueden ser “castigados” con revocaciones arbitrarias.
- Puede erosionar la certidumbre jurídica de los actores internacionales: ¿hasta qué punto la libertad de movimiento de un gobernante es una prerrogativa absoluta?
Posibles desenlaces
- Negociación diplomática de alto nivel: Estados Unidos y Colombia podrían alcanzar algún tipo de acuerdo que permita el restablecimiento del visado bajo condiciones, como una retractación pública o compromisos mutuos de no interferencia.
- Escalada simbólica: otros países podrían coordinar medidas de solidaridad diplomática (visas, bloqueos o sanciones simbólicas).
- Resquebrajamiento institucional: la medida podría provocar reacciones políticas fuertes en Colombia, con la oposición sacando provecho para criticar la estrategia internacional del gobierno.
- Cambio de reglas internacionales: podría abrir un debate en foros multilaterales (ONU, OEA) sobre el uso de las visas diplomáticas como herramientas de presión, y eventualmente reformar normas del derecho diplomático.
Conclusión
Lo ocurrido trasciende el hecho puntual: no se trata simplemente de “quitar una visa”, sino de una disputa sobre quién puede hablar y participar en los escenarios internacionales. El episodio revela el lado oscuro de la diplomacia moderna, donde los mecanismos de movilidad pueden transformarse en herramientas políticas. En esta contienda, Colombia ha optado por hacer del visado un símbolo de resistencia; EE. UU., por su parte, reivindica el derecho a imponer límites si el discurso es considerado provocador. Lo que venga ahora podría redefinir las reglas tácitas de la diplomacia global.




