victoria de la Tricolor en debut de la Copa América Colombia 2-1 Paraguay.

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La Selección Colombia celebra. No celebra solo la victoria contra Paraguay 2-1 en su debut en la Copa América. Celebra mucho más. Celebra que tiene a James, es la certeza de la magia y la precisión. Celebra que tiene a un equipo que coquetea con la victoria. Celebra que tiene la habilidad de Lucho Díaz y Jhon Arias. Celebra que es un equipo cada vez más sólido. Celebra que tiene gol, que tiene orden. Celebra el fútbol de Richard Ríos. Celebra que el equipo gana y enamora.

Colombia nunca se confío, ni antes del partido ni antes de empezar a ganar. Sabía que los partidos no se ganan en la prensa ni en la radio, no antes, había que jugar y había que tener paciencia, no desesperar, ir avanzando de a poco, esa fue su estrategia, dejar que Paraguay se entusiasmara, que se creyera que podía hacer daño, incluso dejarles patear un tiro libre que atajó Camilo Vargas, todo eso como para que ellos se entusiasmaran y fueran abriendo su muralla sin darse cuenta. 

Colombia no era el remolino ofensivo que todo el estadio amarillo esperaba en el arranque, apenas había tenido un buen remate de Richard Ríos, pero era un equipo confiable, calculador, de esos equipos que confían tanto en su talento y su estrategia que aguardan el momento justo para lanzar la estocada letal. Paraguay no se percató de eso, Paraguay pensó que con su atrevimiento y con su fuerza Colombia estaba confundida. Paraguay creyó que como Colombia perdió al defensor Jhon Lucumí por lesión iba a ser frágil. Paraguay pensó que con el cuento de su poder aéreo, no iba a correr riesgos. Vaya mentira.

James recibió el pase en la zona izquierda, con exagerada libertad, y entonces hizo un leve movimiento de sus piernas, un enganche con total tranquilidad, ni siquiera corriendo, apenas caminando, como el que no suda para pensar, alzó su mentón, con su mirada erguida de crac y vio todo el panorama en el área, identificó en fracción de segundos qué batallas se libraban allí, vio los roces, las marcas, se percató de que a Lucho Díaz lo llevaban agarrado, entonces lanzó su centro, una caricia, la zurda con guante blanco, la pelota se elevó y cayó con perfección, pero no iba para Díaz, que estaba obstaculizado, iba para un fantasma que apareció atrás y que solo James había visto, Daniel Muñoz, que recibió el pase y metió un cabezazo certero, al piso, así como más les duele a los porteros, así como si fuera un curtido delantero. Muñoz fue un espectro para Paraguay, nadie lo vio llegar, y así fue el 1-0 en 32 minutos. Entonces sí, la mancha amarilla en las enormes tribunas del estadio se sacudió y los paraguayos, que mucho habían luchado y corrido, debieron sentir algo parecido al pavor.


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