Durante la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) en Nueva York, los líderes mundiales centraron su atención en las crisis actuales de Gaza y Ucrania, dos conflictos que se prevé continuarán hasta 2026. Sin embargo, el autor advierte que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, los sucesos más decisivos para el futuro global probablemente no sean los que se discuten abiertamente en las reuniones, sino los que se dejan de lado.
En Gaza, el intento de un alto el fuego en tres fases fracasó en marzo, y desde entonces la guerra se ha intensificado con un grave deterioro humanitario. Países como Francia y Reino Unido planean reconocer un Estado palestino, pero sin capacidad real para lograr un fin del conflicto. Estas acciones simbólicas podrían empeorar la situación, ya que provocarían reacciones de Israel y endurecerían la postura de Hamas, dificultando una solución diplomática.
En Ucrania, la política de Estados Unidos ha sido errática: se detuvo y luego se reanudó la ayuda militar, se habló de sanciones que no se implementaron, y las conversaciones entre Donald Trump y Vladimir Putin en agosto solo evidenciaron los objetivos expansionistas de Rusia. Putin busca obtener territorios y garantizar que Ucrania no pueda defenderse en el futuro. Sin embargo, Ucrania rechaza esas condiciones, por lo que la guerra continúa sin perspectivas de solución.
Mientras tanto, una nueva alianza está tomando fuerza: la coalición China-Rusia-Irán-Corea del Norte (CRINK). Este bloque, reunido recientemente en Beijing para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial, representa un frente antiestadounidense activo.
- Corea del Norte ha enviado miles de soldados para apoyar a Rusia.
- Irán proporciona drones y tecnología militar.
- China sigue comprando grandes volúmenes de petróleo y gas rusos, ayudando a sostener la economía de Putin.
Esta alianza simboliza una nueva división global similar a la de la Guerra Fría, pero con una dinámica más agresiva y menos predecible.
El texto también advierte sobre Taiwán, que podría convertirse en el próximo gran punto de conflicto. El presidente Xi Jinping ha ordenado al ejército chino prepararse para una posible invasión hacia 2027, lo que tendría un impacto devastador: una pérdida económica global de unos 10 billones de dólares y una interrupción masiva en la producción de semiconductores. Aunque muchos expertos creen que Xi preferirá una estrategia de presión política, cibernética y económica, el riesgo de una guerra abierta es creciente —hoy estimado en un 35 % según la consultora Global Guardian—.
Estos riesgos interconectados muestran que si Putin logra mantener su guerra con pocos costos y la alianza CRINK se fortalece, China podría sentirse más confiada para actuar con fuerza sobre Taiwán, mientras que Irán y Corea del Norte podrían aumentar su agresividad en sus respectivas regiones.
De esta manera, el 2026 aparece como un año de inflexión global: podría marcar el comienzo de un nuevo periodo de estabilidad internacional o, por el contrario, una era de caos y desorden. Mucho dependerá de cómo Estados Unidos y sus aliados respondan a los desafíos planteados por la alianza CRINK y de si logran mantener un frente unido.
En este contexto, la posición de Washington es decisiva. Si logra aumentar los costos para Rusia, contener las ambiciones de China e impulsar soluciones diplomáticas en Ucrania y Medio Oriente, el orden mundial podría consolidarse. Pero si permite que las guerras se prolonguen sin control, el equilibrio global se romperá aún más.
El autor concluye que, aunque los líderes mundiales se concentren en los conflictos visibles del presente, lo verdaderamente importante para el futuro de la seguridad global y la estabilidad internacional es cómo las potencias manejarán estas alianzas y tensiones en el próximo año. Por eso, 2026 podría ser uno de los años más decisivos de una generación, un punto de quiebre entre un mundo más estable o uno dominado por la confrontación y el desorden.

