En el barrio Rojas Trujillo de la comuna 3 de la Capital Huilense, pareciera que el calendario se hubiera detenido hace más de quince años. Allí, la calle 22 con carrera 1H y la vecina calle 23 son la radiografía de la desidia oficial: vías destapadas, llenas de barro, huecos y agua estancada cada vez que llueve.
La presidenta de la Junta de Acción Comunal, Herlinda Ortiz, cansada de tanto engaño, levantó la voz en nombre de la comunidad: “Cuando llueve los colectores se rebosan y el agua nos inunda. Esto es lodo, barro y más barro. Es un riesgo para todos los que vivimos aquí”, denuncia mientras muestra el terreno convertido en pantano.
Promesas rotas
Lo que hoy ocurre en Rojas Trujillo no es nuevo. Desde hace más de una década, los residentes golpean puertas de alcaldías y gobernaciones con el mismo pedido: pavimentación. Pero las respuestas siempre terminan en el archivo de los discursos políticos.
“Hemos hecho llamados, peticiones y derechos de petición, pero nada. Son más de 15 años pidiendo que nos pavimenten y seguimos igual”, insiste Ortiz.
El riesgo de inundaciones es evidente: colectores dañados, terrenos desnivelados y calles convertidas en trampas de barro. Sin embargo, nadie responde. El abandono es tan descarado que la comunidad teme un colapso que podría arrastrar casas enteras.
Paños de agua tibia
Aunque recientemente una constructora y el concejal Sebastián Camacho colaboraron con una limpieza, la comunidad lo ve como lo que es: un paliativo que maquilla la crisis, pero no resuelve nada. “Antes no se podía ni pasar. Sí nos ayudaron, pero lo que necesitamos es pavimento”, reclama la dirigente.
Los residentes sienten que están condenados a sobrevivir entre el polvo y el lodo, mientras ven pasar administraciones tras administraciones, todas con la misma receta: prometer, sonreír y desaparecer.
Inseguridad total
Como si el problema vial fuera poco, la inseguridad campea en el sector. El Parque de Los Niños, que debería ser un espacio de convivencia, se convirtió en escenario de robos diarios. “Todos los días hay atracos. Necesitamos cámaras y alarmas. Este barrio volvió a ser caliente”, afirma Ortiz con tono indignado.
El llamado al secretario de Gobierno, Armando Ducuara, es urgente, pero hasta ahora las respuestas son tan vagas como las promesas de pavimentación.
Comunidad cansada
En medio del abandono, Ortiz sostiene una esperanza: el compromiso del actual alcalde de mejorar la caseta comunal, un espacio que lleva más de 20 años deteriorado. Pero la comunidad sabe que la historia podría repetirse. “Ya nos aseguraron que la van a mejorar, pero promesas hemos escuchado miles. Ojalá esta vez sí cumplan”, dice con desconfianza.
Mientras tanto, los habitantes de Rojas Trujillo siguen atrapados entre barro, polvo e inseguridad. La sensación es la misma: quince años de olvido, quince años de discursos y ni un metro de pavimento.




