Los padres de Jaime Esteban Moreno rompieron su mutismo en una carta cargada de dolor y exigencia, tras el asesinato de su hijo. En ese texto han buscado articular su duelo con una petición clara: que la pérdida de un “ser maravilloso”, como describen, no quede en vano y se transforme en un llamado a la acción.
El asesinato no solo deja un vacío familiar sino que plantea preguntas crudas a la sociedad: ¿dónde estuvo la protección?, ¿cómo evitar que un joven de tales características desaparezca de la vida sin retorno? La carta, por tanto, es doblemente simbólica: es la manifestación del dolor más profundo y el inicio de una demanda pública, que interpela al sistema judicial, a la comunidad y al tejido social que permite que episodios así sigan ocurriendo



