El reciente nombramiento de Daniel Mendoza como embajador de Colombia en Tailandia ha generado una fuerte polémica y preocupación entre diversos sectores del país. Este hecho, más allá de las críticas que ha suscitado, pone en entredicho la coherencia del gobierno con los principios de igualdad y respeto que ha prometido defender.
Mendoza, conocido principalmente por ser el creador de la serie Matarife, no cuenta con experiencia diplomática ni un historial en la función pública que justifique su designación. Este nombramiento sería cuestionable solo desde el punto de vista de mérito y capacidad, pero la controversia se profundiza aún más al conocerse mensajes suyos en redes sociales que, según denuncias, contienen contenido misógino y apologías de la violencia de género.
El presidente Gustavo Petro, al defender el nombramiento, afirmó que no podía censurarse la vida personal de Mendoza, minimizando las acusaciones como simples controversias del pasado. Sin embargo, este argumento no es suficiente cuando el debate no gira en torno a su vida privada, sino a los valores que representa y la imagen que proyecta como representante del país en el exterior.
Un mensaje contradictorio para las mujeres de Colombia
La vicepresidenta y ministra de Igualdad, Francia Márquez, se pronunció en redes sociales expresando su rechazo hacia la misoginia, señalando que quienes no estén alineados con los principios de respeto e igualdad no deberían tener cabida en este gobierno. Sin mencionar directamente a Mendoza, sus palabras exponen una grieta en las decisiones gubernamentales y reflejan el descontento que muchos comparten.
¿Cómo puede un gobierno que se autodenomina progresista y defensor de los derechos de las mujeres justificar la designación de alguien con antecedentes tan cuestionados? ¿Qué mensaje se envía a las mujeres y niñas del país, especialmente a quienes han luchado contra la violencia de género, cuando un individuo señalado por este tipo de actitudes es premiado con un cargo diplomático?
El impacto en la política exterior
Además de las preocupaciones internas, la designación de Mendoza también pone en juego la reputación de Colombia en el ámbito internacional. La embajada en Tailandia es un espacio estratégico para fortalecer las relaciones con el sudeste asiático, una región de creciente importancia global. Este cargo debería ser ocupado por alguien con preparación, diplomacia y experiencia, no por una figura controvertida cuya idoneidad es ampliamente debatida.
Colombia necesita representantes que proyecten los valores de igualdad, respeto y profesionalismo. Elegir a alguien sin estas credenciales envía un mensaje de improvisación y desinterés por la seriedad que la diplomacia merece.

Una oportunidad para rectificar
Este nombramiento debe ser revisado y, de ser necesario, reconsiderado. El gobierno tiene la oportunidad de demostrar que sus principios no son negociables y que los cargos públicos no son premios personales, sino espacios de servicio al país.
Colombia merece más. Las mujeres que votaron por un cambio merecen más. Y la política exterior, como reflejo de nuestra nación ante el mundo, exige más responsabilidad. En un gobierno que se compromete a romper con las prácticas del pasado, decisiones como esta no pueden ser toleradas.



