La carrera 121 con 26B, en el barrio Ciudadela del Río, se convirtió en escenario de un hecho que refleja el deterioro de la seguridad en Cali. A plena luz del día, un joven de aproximadamente 25 años identificado como Diego Martínez, fue atacado con arma de fuego, quedando tendido junto a la caseta de la Junta de Acción Comunal. El ataque, rápido y preciso, dejó a vecinos y transeúntes en estado de shock. “Fue aterrador. Solo escuchamos los tiros y luego vimos gente corriendo”, relató una residente de la zona, aun visiblemente afectada.
En la escena, las autoridades hallaron un revólver calibre 38 con seis cartuchos —dos de ellos percutidos— y una pistola traumática. Todo indica que los responsables huyeron rápidamente, dejando las armas abandonadas como único rastro tangible del crimen.
Impunidad
Este asesinato no es un hecho aislado. Datos recientes muestran que los homicidios en Cali han crecido de forma preocupante en lo corrido del año. Sin embargo, la tasa de esclarecimiento sigue siendo baja y las capturas, insuficientes. La pregunta que circula en las calles es directa: ¿qué pasa con quienes quedan sueltos? La respuesta, según líderes comunitarios, es alarmante: muchos vuelven a delinquir, fortalecidos por la percepción de que no habrá consecuencias reales.
La Fiscalía y la Policía investigan si se trató de un ajuste de cuentas, un enfrentamiento entre bandas o un acto de intolerancia. Ninguna hipótesis ha sido descartada, pero la comunidad teme que este caso termine en la larga lista de expedientes inconclusos.
Miedo
Cada crimen sin resolver alimenta un ciclo peligroso: el miedo paraliza a los testigos, la falta de información retrasa los procesos y la ciudad sigue acumulando cifras rojas. En barrios como Ciudadela del Río, la violencia deja de ser un hecho aislado para convertirse en una amenaza latente. Para las familias, el dolor se combina con la indignación. No se trata solo de perder a un ser querido, sino de ver cómo el sistema judicial no logra ofrecer respuestas concretas.
Mientras tanto, las calles se llenan de sirenas, las redes sociales de denuncias y los barrios de historias que empiezan igual: con un disparo y con un final que, muchas veces, nunca llega a la justicia. La comunidad de Ciudadela del Río no quiere que este hecho se diluya en la memoria colectiva. Vecinos y líderes barriales han comenzado a exigir más presencia policial, instalación de cámaras de seguridad y patrullajes constantes, recordando que la seguridad no se recupera con promesas, sino con acciones concretas que se traduzcan en resultados.
Sin embargo, mientras no se rompa el ciclo de impunidad, Cali seguirá contando muertos y acumulando expedientes sin resolver. La pregunta persiste y resuena en cada esquina: ¿cuántas vidas más tendrán que perderse antes de que la justicia alcance a los asesinos y devuelva la tranquilidad a sus calles?




