Un potente terremoto de magnitud 6.3 sacudió el norte de Afganistán, destruyendo aldeas completas en las provincias de Samangan y Balkh. Los equipos de rescate informan al menos 20 muertos, más de 500 heridos y decenas de personas atrapadas bajo los escombros.
La región, caracterizada por su fragilidad estructural y pobreza extrema, sufrió el colapso de cientos de viviendas de adobe. Los sobrevivientes se enfrentan a temperaturas bajas y falta de refugio, mientras continúan las réplicas que provocan nuevos derrumbes.
Las autoridades locales declararon estado de emergencia y solicitaron asistencia internacional para atender a miles de desplazados. Los hospitales de las principales ciudades están saturados, y las carreteras de acceso permanecen bloqueadas por deslizamientos de tierra.
Este nuevo desastre natural se suma a una serie de terremotos recientes en Afganistán, un país que carece de infraestructuras antisísmicas y enfrenta crisis económicas y sanitarias tras años de conflicto. Los organismos humanitarios advierten que el impacto podría agravarse con la llegada del invierno, dejando a comunidades enteras aisladas sin alimentos ni medicinas.




