Un caso que revela la mente de los depredadores sexuales: El barrio madrileño de Montecarmelo se vio sacudido por el temor y la sospecha después de que un repartidor agrediera sexualmente a dos niñas de 4 y 8 años. Este crimen atroz generó un estupor generalizado y planteó la inquietante pregunta sobre qué impulsa a un individuo a cometer semejante barbarie. El agresor de Montecarmelo se encuentra en prisión provisional y sin fianza, mientras el caso ha puesto en el centro del debate la compleja psique de los abusadores y la necesidad de entenderla para combatirla. Curiosamente, no todos los pederastas son pedófilos, una distinción crucial para la prevención y el tratamiento.
Pedofilia vs. Pederastia: Una Distinción Crucial para la Comprensión del Abuso
Para entender la mente de estos delincuentes, es fundamental diferenciar entre pedofilia y pederastia. La pedofilia es una parafilia, una condición clínica en la que una persona experimenta excitación sexual persistente hacia menores prepuberales. En contraste, la pederastia es una conducta criminal que implica el acto delictivo de abuso sexual infantil. Sin embargo, una persona puede cometer abuso sexual infantil sin ser necesariamente pedófila, es decir, sin tener una preferencia sexual establecida y recurrente hacia menores. Esto ocurre, por ejemplo, por un factor de oportunidad, lo que introduce el concepto de «pederastas de oportunidad».

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Los «Pederastas de Oportunidad»: Impulso, Frustración y Poder
Los análisis de investigadores como Michael C. Seto, una autoridad en este campo, estiman que solo el 40-50% de los agresores sexuales de menores presentan pedofilia según criterios clínicos. La otra mitad, los llamados «pederastas de oportunidad» o «situacionales», actúan por motivaciones que no implican una atracción persistente hacia los menores. A menudo, se trata de agresores impulsivos que no planifican su delito, sino que aprovechan una oportunidad, como la accesibilidad o la vulnerabilidad de la víctima. Estos individuos pueden ser movidos por frustración, sustituyendo el objeto de deseo por un menor más manipulable, o actuar por una necesidad de poder y control, donde el acto sexual reafirma su dominancia. Otro grupo incluye a los «agresores desinhibidos», quienes cometen abusos bajo los efectos de alcohol, drogas u otros trastornos mentales.
Distorsiones Cognitivas: El Mecanismo Mental para Justificar el Abuso
Un factor común en el perfil del pederasta, incluidos los de oportunidad, es la presencia de distorsiones cognitivas. Estas son pensamientos o creencias erróneas, justificadoras o autoengañosas, que permiten al atacante reducir la culpa y la vergüenza, minimizar el daño o incluso racionalizar el abuso. Frases como “no sufren como los adultos”, “le estaba enseñando”, “me había provocado” o “lo hice por cariño” son algunas de las respuestas habituales que utilizan para justificar sus actos. Estos individuos desarrollan complejos sistemas de pensamiento para negar el daño, distorsionar el consentimiento y proyectar la culpa en la víctima, incluso llegando a deshumanizarla.

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La Importancia de la Distinción para la Prevención y el Tratamiento
La distinción entre pedofilia y pederastia de oportunidad no es meramente académica; resulta fundamental para desarrollar medidas de prevención y reacción más efectivas. El interés se centra en el ámbito clínico y preventivo, con un énfasis en el establecimiento de tratamientos especializados. Un agresor de oportunidad, por ejemplo, requerirá un tipo de intervención diferente al de un pederasta estrictamente pedófilo, enfocándose en aspectos más allá de su orientación sexual. Las distorsiones cognitivas, que no solo preceden al abuso sino que lo sostienen en el tiempo, deben tratarse para disminuir la disonancia cognitiva y evitar la reincidencia. Comprender estos matices es esencial para la protección del menor y para desarrollar estrategias integrales contra el abuso sexual infantil.



