En un rincón especial de la Institución Educativa Oficial Normal Superior Farallones de Cali, los estudiantes están viviendo una experiencia única que va más allá del aprendizaje tradicional en las aulas. En la sede Martín Restrepo Mejía, gracias al proyecto del mariposario, los niños no solo estudian el ciclo de vida de las mariposas, sino que también tienen la oportunidad de observar y participar directamente en su conservación.
Este innovador proyecto, que ya lleva cuatro años en marcha, fue iniciado por la profesora María Fernanda Montes Ríos, quien vio en el amplio espacio de la sede la oportunidad perfecta para crear un jardín con propósito. El mariposario comenzó con la intención de atraer y conservar la mariposa monarca, una especie emblemática que fascina por su belleza y su importancia ecológica. Con el apoyo del personal del Zoológico de Cali, los docentes y estudiantes aprendieron los cuidados específicos para estas mariposas, y pronto, el jardín comenzó a recibir a otras especies de mariposas, aves, iguanas y hasta zarigüeyas, convirtiéndose en un verdadero nicho ecológico.
l mariposario se ha transformado en un espacio educativo esencial que complementa el aprendizaje en el aula. Dividido en dos secciones, una abierta y otra cerrada, este espacio permite a los estudiantes observar de cerca cómo las mariposas depositan sus huevos y cómo las plantas, muchas de ellas silvestres y raras en los viveros, juegan un papel crucial en la supervivencia de las orugas. Este contacto directo con la naturaleza es invaluable, ya que los niños pueden tocar las orugas, dejarlas caminar sobre sus brazos y superar cualquier temor que puedan tener hacia estos insectos.
María de los Ángeles Obando, integrante de Ecobarrios Comuna 3, destaca la importancia de este proyecto no solo para la conservación de las mariposas, sino también de las plantas que son vitales para su supervivencia. «Cada especie de mariposa deposita sus huevos en un tipo específico de planta, y sin estas plantas, las orugas morirían de hambre», explicó, subrayando el papel crucial que juega la conservación de estas especies en el equilibrio ecológico.
El proyecto no solo busca educar a los estudiantes, sino también involucrar a sus familias y a la comunidad en general. Uno de los objetivos a futuro es que los niños puedan llevar una oruga a casa, permitiendo que el proceso de conservación se extienda más allá de la escuela y se replique en sus hogares.
Este mariposario es un claro ejemplo de cómo las escuelas pueden convertirse en espacios de aprendizaje dinámico y en centros de conservación que promuevan el respeto y el cuidado del medio ambiente desde una edad temprana. En un mundo donde la biodiversidad enfrenta constantes amenazas, iniciativas como esta son fundamentales para inculcar en las nuevas generaciones la importancia de preservar nuestras especies y sus hábitats naturales.




