
Puede sonar exagerado, pero no lo es: muchos adolescentes están desarrollando una peligrosa mezcla de frustración afectiva, aislamiento social y consumo masivo de ideología extrema. ¿Y sabe dónde empieza todo? En algo tan aparentemente inofensivo como un “no tengo novia”.
En los últimos años, ha surgido un fenómeno que mezcla la cultura incel (hombres que se definen como involuntariamente célibes) con discursos radicales que idealizan la fuerza, el orden y el castigo. Son adolescentes que, incapaces de establecer vínculos afectivos o sexuales, transforman esa herida en odio. Hacia las mujeres, hacia la diversidad, hacia todo lo que desafíe su idea de poder masculino.
Y muchos de ellos viven bajo su techo.
No son monstruos, ni criminales, ni líderes neonazis. Son chicos que pasan horas frente a una pantalla, consumiendo videos en YouTube, mensajes en foros, contenidos en TikTok disfrazados de humor negro o ironía. Pero el mensaje es claro: “La culpa es de ellas”, “La masculinidad está en peligro”, “La debilidad es de perdedores”.
A falta de referentes emocionales sanos, encuentran comunidad en lo oscuro. A falta de conversación, encuentran consuelo en el algoritmo. Y lo que empieza como un chiste sobre “no tener novia” termina, en muchos casos, en la construcción de una identidad basada en el resentimiento.
Esto no es solo un problema digital. Es emocional, educativo, cultural. Son adolescentes sin herramientas para lidiar con la frustración, el rechazo o la diferencia. Nadie les enseñó a hablar de lo que sienten. Y en vez de buscar ayuda, buscan poder. Un poder que les promete devolverles el control… castigando a los demás.
Como padres, a veces cuesta aceptar que nuestros hijos están cambiando. Pero mirar hacia otro lado es el peor error. Porque lo que no se habla en casa, se grita en internet. Y lo que no se nombra, se convierte en ideología.
¿Está hablando con su hijo sobre sus emociones?
¿Sabe qué tipo de contenido consume en redes?
¿Con quién habla cuando se siente solo?
¿Sabe lo que significa “red pill”, “sigma male”, “based”, “feminazi”?
¿Sabe que muchos jóvenes ven esos términos como guía de vida?
Es momento de despertar. No todos los adolescentes con problemas afectivos se radicalizan. Pero en un contexto de vacío emocional y saturación digital, el riesgo está creciendo. Y lo que está en juego no es solo su salud mental: es el tipo de adulto que van a ser.
No espere a que su hijo empiece a repetir frases de odio para reaccionar. Hable con él hoy. Escúchelo, acompáñelo, cuestiónele lo que consume. No para vigilarlo, sino para entenderlo. Porque en este momento, la verdadera revolución no está en las calles… está en los cuartos con la puerta cerrada.




