Este método mantiene el queso aislado del aire, lo que ayuda a preservar su frescura y sabor. Es importante no mezclar diferentes tipos de queso en el mismo recipiente, ya que pueden absorber olores y sabores entre sí.
El queso es uno de los alimentos más versátiles y deliciosos que podemos consumir, pero al mismo tiempo también es uno de los más delicados. Imprescindible en muchos hogares, este alimento obtenido a partir de la maduración de la cuajada de la leche de vaca, cabra, oveja u otros mamíferos, puede perder su textura, sabor y aroma si no se conserva adecuadamente.
Para evitar que se pueda estropear antes de lo deseado es necesario saber cómo guardarlo y que así se mantenga fresco y con todo el sabor. Para ello se puede recurrir a un sencillo truco para conservar el queso como recién abierto.
Uno de los factores que afectan en mayor medida a este producto lácteo es el aire frío del frigorífico, que provoca que se endurezca y reseque, además de alterar sus propiedades. Por este motivo, es preferible que el queso disponga de una capa protectora que lo aísle, como sucede con su propia corteza natural.
La corteza es la parte exterior del queso, que se forma en el proceso de maduración, siendo esta imprescindible para conseguir que el producto no pierda humedad y que tampoco absorba olores y sabores indeseados de otros alimentos. Por este motivo, siempre que sea posible, debe conservarse su corteza y solo cortar aquella porción que se vaya a comer, dejando que el resto esté protegido.
No obstante, esto no siempre se puede hacer, ya que no todos los quesos poseen corteza o puede darse el caso de que se compre un trozo que no la tenga al ser un trozo interior de un queso más grande. En este tipo de situaciones, se puede recurrir a un truco sencillo, que es el de utilizar el envoltorio de plástico que incluye el queso cuando se compra. Este es un material que impide el paso del aire y posibilita que se mantenga su temperatura y humedad.
Por lo tanto, lo único que hay que hacer es cortar el trozo de queso a consumir y volver a colocar el plástico del trozo cortado sobre el resto del queso, asegurándonos de que está bien cubierta toda esta superficie. Con este simple gesto se conseguirá que el producto esté bien sellado y no se estropee, como si estuviera recién abierto.




