La violencia desbordada por la intolerancia
El pasado 11 de mayo, la Policía de Boyacá reportó la captura en flagrancia de tres personas en el municipio de Santa Rosa de Viterbo, luego de que presuntamente agredieran físicamente a un ciudadano con elementos contundentes (palos, piedras, botellas de vidrio, tubos, puños y patadas, cualquier objeto que, al ser usado con fuerza, cause golpes, moretones, fracturas o heridas abiertas). El ataque le habría ocasionado varias lesiones al afectado, cuyo estado de salud no fue detallado oficialmente.
Los capturados fueron puestos a disposición de la autoridad competente por el delito de lesiones personales, y ahora deberán enfrentar las consecuencias penales de sus actos.
¿Qué dice la ley?
Según el artículo 111 del Código Penal Colombiano, el delito de lesiones personales se castiga con penas de prisión de 16 a 54 meses y multas de 6 a 15 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
Las penas se agravan si:
- Hay alevosía o el ataque fue en grupo, como en este caso.
- Se usaron armas o elementos contundentes.
- Se produce deformidad física permanente, incapacidad para trabajar, o afectaciones mentales.
Si se confirma el uso de objetos contundentes y que el ataque fue premeditado o colectivo, el caso podría escalar a una modalidad agravada, lo que elevaría sustancialmente la pena. Pero ojo, esto solo ocurrirá si la ley se lleva a cabo con contundencia, si hay denuncias formales, de lo contrario, los podremos ver de vuelta en las calles en tan solo unos días.
¿Qué estamos haciendo mal como sociedad?
La intolerancia parece haberse vuelto rutina. Peleas que antes podían resolverse con diálogo, ahora terminan con golpes, heridas e incluso muertes. ¿Dónde quedó la empatía? ¿En qué momento se normalizó que la rabia se responda con puños y objetos contundentes?
Estos hechos no solo afectan al agredido. También marcan el expediente de los agresores, manchan el entorno social y degradan la convivencia.
La importancia de denunciar y actuar con responsabilidad
Así como la Policía respondió de manera oportuna en este caso, es fundamental que la comunidad denuncie de inmediato cualquier hecho de violencia. Las agresiones no son un asunto menor: pueden cambiar vidas y dejar consecuencias graves en la salud física y mental de las víctimas.
¿Siglo XXI y seguimos igual?
Estamos en el 2025, pleno siglo XXI, con campañas institucionales, con leyes, con educación, con redes sociales que denuncian y visibilizan… y aun así, la violencia sigue siendo pan de cada día. ¿De qué nos sirven los carteles contra la agresión si seguimos resolviendo los conflictos a punta de golpes y objetos contundentes?
La agresividad que se desborda por asuntos mínimos, la incapacidad para gestionar emociones, y la falta de cultura ciudadana siguen siendo factores que arrastramos como sociedad. Es como si avanzáramos en tecnología, pero retrocediéramos en humanidad.
Y no es culpa solo de quien pega. Es también del que normaliza, justifica, o calla. Porque mientras sigamos creyendo que la violencia es una forma de imponer respeto o de ganar discusiones, seguiremos sumando víctimas y perdiendo dignidad.




