En Popayán, la rutina diaria de miles de estudiantes se ha vuelto una carrera de obstáculos marcada por el peligro. Al salir o llegar a clases, niños y adolescentes deben enfrentarse a motociclistas y conductores que circulan a gran velocidad en vías sin señalización adecuada, sin reductores de velocidad y con andenes convertidos en improvisadas pistas de riesgo. La escena, cada mañana y cada tarde, refleja un vacío institucional que contrasta con la obligación legal del Estado de proteger de manera especial a la infancia.
La ausencia de agentes de tránsito en los alrededores de colegios no puede reducirse a un simple descuido. Es, en palabras de varios padres de familia, una omisión que vulnera el derecho a la seguridad y la vida de sus hijos. “No hay quién controle ni quién cuide, pero sí quién cobre comparendos en el resto de la ciudad”, señalan ciudadanos inconformes.

Lo paradójico es que, mientras la niñez permanece expuesta a este riesgo cotidiano, la Secretaría de Tránsito de Popayán aparece en la agenda pública por razones muy distintas. La entidad, bajo la dirección de Lizeth Vanessa Plazas Quibano, ha sido cuestionada por resoluciones con las que se habrían revocado comparendos de alto valor económico, presuntamente en favor de la madre del congresista Jorge Bastidas, a quien muchos reconocen como jefe político de la funcionaria.
El contraste ha encendido el debate. Para algunos sectores sociales, resulta escandaloso que se destine tiempo y recursos a resolver sanciones de los poderosos mientras no se implementan planes de protección vial en zonas donde estudian cientos de menores. “Es indignante que se prioricen favores políticos antes que la seguridad de los niños”, manifiestan líderes comunitarios.
El llamado ciudadano es claro: la Secretaría debe concentrar esfuerzos en prevenir accidentes y garantizar presencia institucional en los entornos escolares. La ciudadanía insiste en que no se trata solo de instalar señales o reductores, sino de demostrar compromiso real con la protección de los más vulnerables. Lo que ocurre en Popayán no es solo un problema de tránsito: es un síntoma de desigualdad y falta de prioridades. Mientras no se tomen medidas urgentes, la ciudad seguirá caminando al borde de una tragedia evitable.




