TRAGEDIA MINERA

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Tres trabajadores murieron tras explosión en socavón ilegal

La tragedia volvió a sacudir a Zipaquirá (Cundinamarca) tras una explosión ocurrida en la mina de carbón El Tejadito, donde tres trabajadores quedaron atrapados y murieron. El siniestro ocurrió la noche del martes 4 de junio, pero fue solo hasta la madrugada del miércoles cuando se confirmó el hallazgo de los cuerpos sin vida, tras una intensa jornada de rescate que se extendió por más de 20 horas.

Las víctimas fueron identificadas como Luis Enrique Sánchez (36 años), Luis Felipe Muchicón (38 años) y Fredy Silva (30 años), este último residente en Pacho y quien apenas llevaba cinco meses trabajando en el socavón. La detonación fue silenciosa para las casas vecinas. Solo cuando un cuarto trabajador logró salir con vida y dio aviso, se activaron los protocolos de emergencia.

Equipos de la Agencia Nacional de Minería y organismos de socorro enfrentaron una búsqueda ciega: derrumbes, gases tóxicos y estructuras inestables dificultaron el descenso. La comandante del Cuerpo de Bomberos de Zipaquirá, Lizeth Sánchez, explicó que se encontraron al menos dos colapsos entre la entrada y la zona donde estarían los mineros, lo que hizo del rescate una tarea de alto riesgo.

En medio de la tragedia, el gobernador Jorge Emilio Rey confirmó que la mina había sido clausurada anteriormente y operaba de manera ilegal. “No contaba con permisos ni condiciones técnicas para funcionar”, aseguró el mandatario departamental, quien lamentó la pérdida de vidas humanas y ordenó una revisión urgente de las minas informales en la región.

El Tejadito ya había registrado emergencias en años anteriores, incluyendo una inundación que obligó a suspender operaciones. Sin embargo, como en muchos casos de minería ilegal en el país, la actividad se reanudó en las noches, al margen de cualquier supervisión estatal.

Esta nueva tragedia revive el debate sobre la minería informal en Colombia, especialmente en zonas como Zipaquirá, donde la necesidad obliga a muchos trabajadores a arriesgar su vida en socavones clandestinos. Para los familiares, como la madre de Fredy Silva, la incertidumbre y el dolor permanecen. “No me iré hasta saber algo de mi hijo”, repetía, firme frente a la entrada de una mina que nunca debió volver a abrir. 


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