El Ministerio de Trabajo rechaza la idea de trabajar cuatro días a la semana, señalando que implicaría jornadas de hasta 12 horas sin recargos adicionales, una situación que considera inaceptable dentro de una reforma laboral que debe proteger los derechos de los trabajadores.
Una reforma en debate y bajo presión
La reforma laboral del Gobierno de Gustavo Petro continúa avanzando en el Congreso. El jueves 12 de junio se aprobó el 70% del articulado (47 artículos), pero quedaron pendientes 19 puntos clave, cuya discusión se retomará el lunes.
Uno de los temas que más controversia ha generado es el artículo que propone una jornada laboral de cuatro días con tres de descanso. Aunque suena atractiva para muchos sectores, ha encendido las alarmas en el Ministerio de Trabajo por las implicaciones que tendría en la vida diaria de los empleados.
¿Por qué el Ministerio se opone?
El ministro de Trabajo, Antonio Sanguino, explicó que esta propuesta, aunque popular, representaría una jornada diaria extendida de hasta 12 horas sin pagos de horas extras, ni recargos nocturnos o dominicales. Para el funcionario, eso contraviene principios laborales históricos.
“Eso no se puede permitir en una reforma laboral (…) La humanidad ya aceptó la jornada de 8 horas desde 1919, cuando se creó la OIT. No podemos retroceder”, señaló enfáticamente.
Sanguino dejó claro que nada que afecte negativamente la jornada laboral será aprobado por el Gobierno. Además, reiteró que si se van a incluir recargos por trabajo nocturno o festivo, estos deben mantenerse sin restricciones.
Otros puntos en disputa
El Gobierno también ha fijado posiciones firmes frente a otros aspectos de la reforma:
- Reconocimiento del carácter laboral al contrato de aprendizaje.
- Eliminación del trabajo por horas, al que califican de precario.
- Supresión del llamado Piso de Protección Social, figura que ha sido cuestionada por no ofrecer garantías plenas.
Un final incierto en el Congreso
Finalmente, Sanguino advirtió que el 25% restante del articulado aún está en riesgo, y que si no se logra un consenso en la plenaria del Senado, la conciliación entre ambas cámaras será muy complicada.
Con esto, el ministro puso sobre la mesa una advertencia clara: la reforma laboral sigue viva, pero enfrentará tensiones profundas en su etapa final.




