La primera vez que vimos a Tom Cruise pilotar un caza F-18 en la gran pantalla fue hace 36 años. Casi tres décadas han pasado desde que los doctores Alan Grant (Sam Neill), Ellie Sattler (Laura Dern) e Ian Malcolm (Jeff Goldblum) nos descubrieran los encantos –y peligros– de Parque Jurásico, y más de cuatro lleva Jamie Lee Curtis huyendo de la amenaza de Michael Myers en la saga Halloween. También Ewan McGregor desenfunda el sable láser tras 20 años (entre La amenaza fantasma y la actual serie Obi-Wan), Patrick Stewart capitanea la Enterprise (en la reciente Picard, tras la ochentera Star Trek: La nueva generación) y Tobey Maguire recupera el sentido arácnido (en Spider-Man: No Way Home, 19 años después de su Spider-Man). No debería extrañar pues que el próximo verano Harrison Ford y Michael Keaton traten de conquistar de nuevo al público quitándole el polvo a los trajes de Indiana Jones y Batman, respectivamente. A la cita tampoco faltará Cruise con la séptima entrega de Misión Imposible y los galones, más que merecidos, de abanderado del retorno de las estrellas clásicas de Hollywood. Justo cuando la industria más lo necesitaba.
Con más de 700 millones de euros recaudados en todo el mundo –y sumando–, Top Gun: Maverick no solo se ha convertido en la película más exitosa en las cuatro décadas de carrera de Tom Cruise, sino en una rara avis que ha puesto boca abajo los cimientos de la meca del cine. En una industria dominada por las franquicias de superhéroes y las sagas de fantasía, acuciada por el empuje del streaming y el impacto de una pandemia cuyo efecto sigue lastrando la venta de butacas, el éxito global de esta secuela reivindica una forma de hacer cine, y promocionarlo, que parecía destinada a la extinción.
Calificado de unicornio, es el único de los grandes nombres que sigue negándose a protagonizar una película destinada a estrenarse primero en plataformas digitales. Tampoco ha sucumbido al auge de las series ni a los cheques millonarios de Marvel, dedicando su esfuerzo a rodar escenas de acción cada vez más arriesgadas y recorrerse el mundo (de México a Japón pasando por Cannes o un portaaviones en California) para promocionar, con el entusiasmo de un recién llegado, su último lanzamiento. “Come, duerme y sueña este trabajo”, dijo sobre él un antiguo jefe de producción de la Paramount.

