En el municipio de Silvia, Cauca, el corazón del territorio Misak volvió a latir con fuerza a través de una práctica ancestral que ha resistido el paso del tiempo: el trueque, un sistema económico basado en la reciprocidad, el respeto y la solidaridad. En un encuentro que reunió a más de 4.000 personas, campesinos, colectivos indígenas y comunidades rurales compartieron alimentos, saberes y tradiciones como parte del Mandato Territorial y de Alimentos, reafirmando la importancia de mantener vivas las raíces culturales y espirituales del pueblo Misak.

El evento, lleno de color, música y abundancia, se convirtió en una gran ofrenda colectiva, donde cada producto desde las semillas hasta los tejidos representó un acto de resistencia frente a las lógicas del mercado moderno. “Hoy reafirmamos que la economía propia no se mide en dinero, sino en la capacidad de compartir y sostener la vida”, expresó Luis Eduardo Ulluné, quien hizo parte de la jornada, destacando la unión entre las comunidades y el compromiso con la pervivencia cultural.
Una economía basada en la vida

El trueque, considerado el sistema económico más antiguo del mundo, mantiene su vigencia en el Cauca gracias a pueblos como el Misak, que han logrado preservar su esencia frente a los cambios sociales y económicos. En este encuentro, los participantes no solo intercambiaron productos agrícolas, sino también experiencias, conocimientos ancestrales y prácticas que fortalecen la autonomía alimentaria y el respeto por la Madre Tierra.
Durante la jornada, se evidenció cómo esta tradición sigue siendo un pilar de la economía solidaria indígena, donde la cooperación reemplaza la competencia y el valor de cada alimento se mide por el esfuerzo y el amor con que fue cultivado. “El trueque nos enseña que todos dependemos unos de otros. Lo que uno produce alimenta al otro, y así fortalecemos el tejido comunitario”, afirmó uno de los tatas presentes en la actividad.
Identidad y la armonía familiar
El evento no solo tuvo un carácter económico, sino también espiritual y cultural. Los tatas, mamas, shures y shuras realizaron ofrendas de agradecimiento a la Pachamama, mientras los cultivadores, transformadores y emprendedores locales compartieron sus productos con orgullo. Este acto simbólico reforzó la idea de que la paz y la armonía comienzan en la mesa, cuando los pueblos comparten desde el corazón.




