TERRIBLE CAMPAÑA DEL PASTO

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El Deportivo Pasto vivió un semestre de pesadilla. Lo que comenzó como un reto deportivo terminó convirtiéndose en una profunda crisis que dejó al equipo hundido en la tabla, a la afición indignada y al departamento de Nariño con la sensación de haber sido burlado nuevamente por un proyecto deportivo sin rumbo. La campaña cerró con cifras que no admiten excusa alguna: cuatro victorias, siete empates y nueve derrotas en veinte partidos que dejaron un total de diecinueve puntos, colocándolo en la casilla diecisiete de veinte equipos.

El Pasto, que marcó 26 goles, pero recibió 28, terminó con una diferencia negativa que reflejó exactamente lo que se vio en la cancha: un equipo frágil, desordenado, sin espíritu competitivo y sin capacidad para sostener ni defender un resultado. Bajo el mando del técnico René Rosero, el conjunto tricolor mostró un fútbol opaco, sin ideas y sin la garra que exige un territorio acostumbrado a luchar cada día contra la adversidad.

Molestia

La ciudadanía reaccionó con fuerza. En Pasto y en todo el departamento, la frustración se hizo visible en redes sociales, en tertulias deportivas y en los espacios públicos donde el equipo es tema de conversación permanente. Los hinchas, quienes llenan el estadio Libertad incluso en noches frías y complicadas, sintieron que el club les faltó al respeto. Consideran que el plantel no sudó la camiseta, no mostró compromiso y no defendió los colores como exige la historia del equipo.

Pero la molestia no se centró únicamente en el cuerpo técnico y en los jugadores. Gran parte de las críticas apuntaron directamente al presidente Óscar Casabón, quien fue señalado por falta de inversión, por no conformar un equipo competitivo y por permitir la salida constante de jugadores valiosos. Según la hinchada, cada vez que el Pasto consigue un futbolista destacado, la dirigencia lo vende sin construir una base sólida que permita soñar con títulos.

Ruptura

La fractura entre el club y la hinchada es profunda. Desde 2006, año en que el Pasto obtuvo su primera y única estrella, la institución no ha vuelto a levantar un trofeo. La paciencia está agotada, y el semestre más reciente terminó de romper la relación entre la afición fiel y una dirigencia que no ha logrado ofrecer un proyecto convincente.

La hinchada reclamó falta de jerarquía y sentido de pertenencia. Consideran que los futbolistas no llevan en el corazón los colores tricolores, que no entienden el significado emocional del equipo en la vida de los nariñenses y que no sienten la presión ni el orgullo de representar a un departamento que siempre responde. Cada derrota, cada error y cada falta de actitud profundizaron una herida que hoy se siente más abierta que nunca.


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