Suicidios: cifras que alarman

Suicidios: cifras que alarman
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Las cifras que rodean las muertes por lesiones autoinfligidas en el Huila reflejan una tragedia silenciosa que no da tregua. Solo hasta el 30 de abril de este año ya se han reportado 29 fallecimientos por esta causa, una estadística que prende las alarmas y sugiere que, de continuar la tendencia, se podría superar el umbral de 90 muertes antes de que termine el 2025. En 2024, el departamento cerró con 91 casos.

Neiva, como capital, vuelve a ocupar el primer lugar en el registro con siete muertes solo en el primer cuatrimestre. Pero no es la única. Municipios como Paicol y Teruel presentan tasas preocupantes de suicidio, con 13,8 y 11,4 por cada 100.000 habitantes, respectivamente. Aunque la tasa general en el departamento se mantiene por debajo de la meta trimestral de 1,97 (actualmente es de 1,7), la realidad detrás de cada número refleja el dolor de muchas familias que hoy lloran a sus seres queridos.

El fenómeno sigue afectando principalmente a hombres. Por cada mujer que decide acabar con su vida, tres hombres hacen lo mismo, revelando una diferencia contundente en la forma como se enfrenta la salud mental entre géneros. Esta proporción ha sido constante y es un indicio del limitado acceso, o tal vez de la falta de voluntad, para pedir ayuda.

En todo el país, entre enero y abril se han registrado 885 casos. Los más afectados siguen siendo los jóvenes entre los 18 y 28 años, con 248 fallecimientos, seguidos de adultos entre 29 y 44 años. Estas edades, que deberían estar llenas de oportunidades, hoy aparecen marcadas por la desesperanza.

Uno de los casos más recientes sacudió a la comunidad de Campoalegre. Tomás Eduardo Machado, un joven originario del Meta, fue hallado sin vida en un aparente suicidio. Las autoridades confirmaron que su cuerpo fue encontrado suspendido con una soga, evidenciando el método que tristemente más se repite.

Este episodio, como tantos otros, expone la necesidad urgente de priorizar la salud mental en la agenda pública. No se trata solo de cifras, sino de vidas que pudieron salvarse si hubiesen existido redes de apoyo efectivas y una atención psicosocial más sólida. Las autoridades sanitarias hacen un llamado a no dejar pasar desapercibidas estas señales de alerta: cada pérdida debe ser un impulso para fortalecer la prevención y el acompañamiento emocional.


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