Amina Ependieva nació en Chechenia con una mezcla genética casi imposible: albinismo y heterocromía. Su piel pálida y su cabello blanco parecen esculpidos por la luz, mientras sus ojos —uno azul, otro ámbar— revelan la rareza de una belleza que no responde a ningún patrón. El albinismo, causado por la falta de melanina, le exige protegerse del sol, mientras que la heterocromía —una diferencia en la pigmentación del iris— convierte sus ojos en una especie de espejo genético donde conviven dos universos.Solo una mínima fracción de la población mundial presenta ambas condiciones al mismo tiempo. Pero más allá de las cifras o la genética, Amina se ha convertido en un símbolo de diversidad y fascinación. Su rostro recuerda que la belleza no siempre obedece a las reglas, y que a veces la naturaleza crea excepciones solo para demostrarse a sí misma lo infinita que puede ser.




