Sonidos que empoderan

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Los viernes en la tarde, la Casa de la Cultura de Timbío se llena de tambores, flautas y voces femeninas. Allí ensaya la Chirimía Púrpura, un grupo de mujeres que han encontrado en la música no solo una expresión artística, sino también un acto de resistencia.

En medio de un salón sencillo, donde las paredes resuenan con cada redoble, Oneida Caicedo sostiene con orgullo el bombo. “Cuando toco siento que puedo decirle al mundo quién soy. La chirimía me ha dado fuerza y confianza para no callar”, comenta mientras acomoda el instrumento. Sus compañeras asienten y sonríen, compartiendo ese mismo sentir.

La iniciativa nació como parte de un proceso de fortalecimiento a las mujeres del municipio. Según explica Tatiana Narváez, enlace de género municipal, este espacio busca “darles voz a las mujeres a través del arte, reconociendo que la cultura también es una forma de luchar contra la violencia y de abrir caminos en la participación social y comunitaria”.

La escena es cotidiana pero poderosa: mujeres jóvenes y adultas mezclan risas, canciones y ensayos improvisados. Entre cada melodía, también comparten historias de vida, dolores y esperanzas. “Aquí nos encontramos, nos acompañamos, y sobre todo, nos sabemos más fuertes”, dice Oneida antes de que la flauta inicie otra pieza tradicional que llena de energía el salón comunitario.

Más que un grupo musical, la Chirimía Púrpura se ha convertido en un espacio de identidad y resistencia femenina. Cada viernes, sus integrantes alzan la voz en clave de tambora, redoblante y guasá para recordarle a Timbío que las mujeres no solo ocupan un lugar en la cultura, sino que también están transformando realidades desde el arte.

El colectivo nació hace tres años, cuando un grupo de mujeres decidió organizarse alrededor de la música tradicional como un medio para sanar, expresarse y fortalecer lazos comunitarios. Desde entonces, han participado en ferias, encuentros culturales y espacios de conmemoración donde su presencia resalta no solo por el sonido alegre de la chirimía, sino por el mensaje que transmiten: la importancia de reconocer a las mujeres como protagonistas de la vida social y cultural.

En un municipio donde los desafíos sociales son grandes, la Chirimía Púrpura se ha convertido en refugio y escuela. Las más jóvenes aprenden a interpretar instrumentos mientras reciben de las mayores relatos de lucha y experiencias de vida que fortalecen el tejido comunitario. Para ellas, la música es también pedagogía: una forma de educar a nuevas generaciones en el respeto, la equidad y la memoria.

“El tambor nos une y nos da fuerza. Aquí nadie se queda sola”, afirma otra integrante, convencida de que la chirimía es mucho más que un pasatiempo. En cada presentación, el eco de sus canciones no es solo música: es una declaración de vida, un grito colectivo de resistencia y un símbolo de esperanza para Timbío.

PIE: Tatiana Narvaez, chirimera.


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