Sólo los separó la muerte

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Jorge Luis Borges y su madre, Leonor Acevedo Suárez, compartieron una relación tan intensa como decisiva en la vida del escritor argentino. Vivieron juntos hasta la muerte de ella, cuando Borges ya era un hombre ciego y consagrado. Leonor fue su apoyo constante, su traductora, su organizadora y, en muchos sentidos, la figura que sostuvo su mundo cotidiano y creativo.

De carácter fuerte y voluntad férrea, Leonor no solo se encargó de las tareas domésticas, sino que también administró su correspondencia, manejó sus contratos editoriales e incluso lo acompañó en viajes y conferencias por el mundo. Su influencia, aunque no siempre explícita, se percibe en el trasfondo de la obra borgiana, donde las mujeres suelen aparecer como presencias etéreas, casi inalcanzables.

Paradójicamente, Borges casi no escribió sobre ella. En sus textos, la madre brilla por su ausencia, como si su papel se hubiera disuelto entre los silencios que rodean a sus ficciones. Sin embargo, quienes conocieron al autor aseguran que Leonor fue su mayor inspiración, la única figura que jamás abandonó su lado.

Al final, fue la muerte la única que logró separarlos. Y, aun así, el eco de esa unión perdura en la memoria de quienes leen y estudian la vida de Borges, donde su madre no fue solo testigo, sino también parte de su propia literatura vivida.


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