Sin hechos ni palabras

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La seguridad en Palmira atraviesa uno de sus peores momentos: asesinatos en aumento, miedo en las calles y una comunidad que exige respuestas. Mientras el clamor ciudadano se hace más fuerte, el secretario de Seguridad, CARLOS ARDILA, guarda silencio. No hay pronunciamientos, no hay planes visibles, solo una ausencia que pesa. En medio del caos, la institucionalidad parece mirar hacia otro lado, como si el ruido de las balas no fuera también su responsabilidad.


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