Ha pasado un año desde que Erika Fernanda Soto Perdomo fue secuestrada en Cartagena del Chairá, Caquetá, y aún no hay rastro de su paradero. La mujer fue privada de la libertad por hombres armados, presuntamente pertenecientes a grupos al margen de la ley, quienes irrumpieron en su lugar de trabajo en 2024 y la obligaron a subir a un vehículo, desapareciendo con rumbo desconocido. Desde entonces, su familia vive una pesadilla marcada por el silencio institucional y la ausencia de resultados en las investigaciones.
El caso de Erika se ha convertido en símbolo del dolor que dejan los secuestros en zonas afectadas por la presencia de estructuras ilegales que siguen sembrando miedo entre la población civil. Su madre, sus tres hijos y sus hermanos mantienen la esperanza de volver a verla con vida, aferrándose a la fe y a la solidaridad de quienes han acompañado su búsqueda.
“Hoy se cumple un año sin saber de ti. Han sido meses de tristeza y desespero. Le pedimos a Dios que regreses pronto. Nuestra mamá sufre y tus hijos te necesitan”, expresó entre lágrimas una de sus hermanas, quien también instó a las autoridades a no archivar el caso y a fortalecer las labores de búsqueda.
Amigos y vecinos de Erika la recuerdan como una mujer trabajadora, alegre y dedicada a su familia, cuya desaparición ha dejado un vacío profundo en la comunidad. Sin embargo, la frustración crece ante la falta de avances concretos, pues no existen reportes oficiales sobre si su secuestro ha sido vinculado a alguna estructura criminal o proceso judicial. A un año del crimen, la pregunta sigue abierta: ¿dónde está Erika Fernanda Soto Perdomo? Su familia promete no descansar hasta encontrar la verdad y obtener justicia




