Esas fueron las últimas palabras que Ron Sherman escribió a sus padres desde el refugio de la base militar donde estaba el sábado 7 de octubre, cuando milicianos del grupo palestino Hamás entraron sorpresivamente en Israel dejando unas 1.400 personas muertas y más de 200 secuestrados en el mayor ataque de las últimas décadas.
Eran las 6:30 de la mañana cuando sonó el teléfono. “Era Ron”, relata Alex Sherman, el padre del joven argentino-israelí de 19 años que forma parte de la lista de los rehenes capturados por Hamás y que se encontraba haciendo el servicio militar obligatorio en Israel.
“Nos dice que está escuchando explosiones”.
Si caen cohetes, cuenta Sherman en diálogo con BBC Mundo desde Levahim, en el sur de Israel, ellos están acostumbrados a que tienen que correr al refugio y quedarse ahí hasta que pase el ataque con misiles.Pero esta vez, su hijo le comentó que se trataba de algo distinto, de algo mucho más fuerte.
“En la llamada nos cuenta que escuchaba tiros de ametralladoras, gritos en árabe y que había terroristas dentro de la base militar. Nosotros no podíamos creer, nos sentíamos impotentes”.
“Pasaron los minutos. Ron tenía miedo de que lo escucharan y cortó la llamada para escribirnos por Whatsapp. No me acuerdo bien de todo lo que pasó, pero en su último mensajenos dijo que los terroristas estaban al lado de la puerta. En ese momento se desconectó el teléfono. Eran las 7:12 de la mañana”, recuerda Alex Sherman.
Fueron 42 minutos de pesadilla. 42 eternos minutos desde que sonó por primera vez el teléfono hasta el último mensaje de despedida.
Pesadilla que se prolonga ya por casi tres semanas y que se acrecienta por la información de que Israel intensificó este viernes las operaciones terrestres, un anticipo quizás de una invasión, escenario temido por Alex y los familiares de los más de 200 secuestrados por Hamás.
“Si hay una invasión terrestre, no creo que mi hijo pueda salir con vida”, dice Alex Sherman.
El sueño de viajar a Argentina
Ron estaba haciendo el servicio militar obligatorio en una base ubicada en el paso fronterizo de Erez, uno de los cruces entre Israel y Gaza, a unos 40 kilómetros de su casa. Ahí llevaba poco más de nueve meses.
“Mi hijo hacía un trabajo administrativo, bastante rutinario, en un cruce por donde pasaban mercaderías. No podía ser un soldado combatiente porque era asmático, tenía afectada la función pulmonar y usaba un inhalador”.
Solía pasar tiempo los fines de semana con sus padres y sus hermanos de 17 y 15 años en la casa familiar de Levahim.
Fanático de Lionel Messi, uno de los grandes sueños de Ron era terminar el servicio militar para ir a Argentina, el país donde nació su padre y al que siempre quiso viajar para reencontrarse con una parte importante de su origen.
Después del viaje a Argentina, el joven quería ir a la universidad, probablemente a estudiar para ser abogado, o quizás algo relacionado con las ciencias, dice su padre.
De todos modos, no tenía ninguna prisa para tomar una decisión definitiva, considerando que aún le quedaban dos años más en el servicio militar.
Su padre cuenta que al joven le había ido bien en la escuela y que tenía muchas ilusiones.
Ron quería conocer el mundo. Hacía trabajos esporádicos para ahorrar dinero e ir de vacaciones a Europa un par de veces al año.
“Le gusta mucho viajar”, dice Sherman. Uno de sus destinos favoritos es Italia, donde había pasado un tiempo recorriendo Milán y otros lugares.
“Ron tiene muchos amigos, es cálido, desenvuelto, buena persona, inteligente, sociable”, cuenta su padre, quien emigró de Argentina a Israel cuando tenía 13 años.
La última vez que estuvo en su casa fue unos días antes del ataque. Le habían dado permiso para que visitara a la familia el martes en la tarde, unos pocos días antes del ataque del sábado 7 de octubre.
“A la mañana siguiente lo llevé a la estación de tren”, dice el padre.
Esa fue la última vez que vio a su hijo.




