Durante varios meses, varias mujeres en Medellín, dedicadas a oficios como masajistas y damas de compañía, vivieron atemorizadas por cuenta de una tenebrosa banda que secuestraba, torturaba y robaba. Uno de los casos se registró a inicios de abril del año pasado, cuando una de ellas fue citada en un inmueble del exclusivo barrio El Poblado. En el lugar la esperaba un hombre que, tras abrirle la puerta, la llevó a una habitación donde, en un descuido, la sometió. Fue el inicio de la pesadilla.
De la escena surgieron varios cómplices. Fue entonces cuando el delincuente obligó a la joven a desnudarse para después esposarla, amordazarla y envolverla en una cobija. Luego comenzó la tortura: decenas de golpes contundentes en el rostro y el abdomen para obligarla a revelar la clave de su teléfono y hurtarle todo el dinero que tenía en sus aplicaciones.
Horror indescriptible
A pesar de los golpes, la mujer resistía valerosamente, lo que hizo que el delincuente perdiera la paciencia y ordenara a sus secuaces que le trajeran una plancha, la cual procedió a calentar y empezó a quemarle distintas partes del cuerpo. Primero fue una mano, después un ojo, luego el otro, hasta que el psicópata procedió a hacer lo mismo con su zona íntima.
La víctima, en medio del dolor, no tenía cabeza para recordar la clave, así que el criminal tomó un frasco con alcohol, se lo echó encima y le dijo que si no colaboraba la iba a incinerar. De no ser porque otros delincuentes lograron desbloquear el celular, la mujer habría muerto. Desde ese día, ella ha pasado cinco veces por el quirófano para atenuar las marcas de la tortura.
El caso llegó a los investigadores del CTI que, bajo las instrucciones de una fiscal de la capital antioqueña, comenzaron a acopiar información que les permitiera resolverlo. Poco después, constataron que la joven era una víctima más de una banda criminal que ya había cobrado, al menos, siete víctimas más con el mismo modus operandi.
Cuatro meses después del brutal ataque en el apartamento de El Poblado, las pesquisas dieron sus primeros frutos y cayeron dos jefes de la banda. Se trataba de Miguel Ángel Botero Mosquera, un joven de 24 años, y de una mujer identificada como María Paula Sierra Alba, de 21 años, quienes en un principio negaron las acusaciones y alegaron ser inocentes, hasta que la montaña de pruebas cayó sobre ellos, sepultando todas sus mentiras.
Las condenas
Después de un proceso relativamente rápido, este martes una juez de Medellín impuso una condena de 53 años de cárcel al hombre y otra de 50 años y tres meses a la mujer, por la comisión de los delitos de concierto para delinquir, secuestro extorsivo, tortura y hurto calificado, entre otros crímenes. Sin embargo, ambos condenados apelaron la sentencia.
A lo largo del juicio, varios detalles salieron a la luz, demostrando la frialdad y total falta de humanidad de los delincuentes: a varias de las víctimas les echaban parafina hirviendo en la espalda y les decían que era ácido; a otras les cortaron el cabello con un cuchillo, y a varias más las hirieron con arma blanca en repetidas oportunidades.
Según los relatos de las víctimas, los delincuentes apagaban las luces de los inmuebles donde cometían las torturas y ponían a todo volumen los equipos de sonido para que nadie lograra oír sus gritos y súplicas de ayuda.
En total, se calcula que los delincuentes robaron unos 80 millones de pesos a las mujeres que caían en su poder, entre dinero, joyas y pertenencias personales.
“Por los mismos hechos y delitos ya fueron sentenciados, vía preacuerdo, Santiago Úsuga Montoya, a 29 años; David Alonso García Restrepo, a 30 años y 6 meses; y William Samuel Suárez Rubiano, a 32 años de prisión”, comunicó la Fiscalía. “Por los mismos hechos y delitos ya fueron sentenciados, vía preacuerdo, Santiago Úsuga Montoya, a 29 años; David Alonso García Restrepo a 30 años y 6 meses y William Samuel Suárez Rubiano a 32 años de prisión”, comunicó la Fiscalía.
