¡Se le torció el cuello!

[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

El golpe fue seco. El hombre conocido como ‘Garganta de lata’ salió disparado de su moto como si lo hubieran arrancado del asiento con una fuerza invisible. El casco, mal abrochado, salió volando antes de que su cuerpo tocara el suelo. No hubo protección. No hubo amortiguación. Solo carne contra pavimento. Su frente se arrastró por el asfalto caliente, su mentón se desgarró por la fricción, y su cuello sonó. Traqueó como una rama seca. Las vértebras se quebraron. El cuerpo quedó torcido, inmóvil, con los brazos abiertos como si pidiera ayuda que ya no podía recibir.

Los testigos no gritaron. No hubo tiempo. Algunos corrieron, otros marcaron el número de emergencias con manos temblorosas. Las autoridades llegaron rápido, eficaces, pero no lo suficiente. El cuerpo de salud atendió a los heridos, los que aún respiraban, los que se debatían entre quedarse o irse. Fueron llevados al centro médico más cercano, donde la vida se convirtió en una moneda lanzada al aire. Las autoridades, mientras tanto, intentaban controlar el tránsito, que se congestionó en minutos. Bocinas, luces, confusión. El pavimento seguía manchado. El aire olía a caucho, a gasolina, a susto.


Compartir en