Con dolor despiden en Socotá y Tunja a Everto Leal Porras, dejando recuerdos llenos de afectos, alegrías y sentimientos tristes entre amigos parientes y familiares más cercanos.
Vida
Evertico como le decían, nació en la vereda de Parpa, finca la Cimarrona del municipio de Socotá, provincia de Valderrama, en el hogar de Plutarco Leal y Rosa Porras.
Tuvo diez hermanos, Uribe Fernández, Luis Arpidio, Niño, Jorge Uribe Leal, Polibio Porras y Luciano Torres, además de Enoc Herrera, Segundo Mendiveso, Jairo Leal que hoy ya son fallecidos.
Su juventud
Todos compartieron su infancia y disfrutaron de una juventud en la Cimarrona, en medio de tunacones, mortiños y cultivos de trigo, papa y demás alimentos que esta tierra producía.
Momentos de esparcimiento y alegría de jóvenes campesinos que corrían por llanos y laderas en esta escarpada campiña boyacense.
Eran cuidanderos de ovejas y labriegos que ganaban la vida en el campo, pero con una felicidad inmensa.
Everto estudió en la escuela de la Cimarrona y luego se fue para el pueblo y en el colegio ‘Francisco José de Caldas’ curso varios años de bachillerato.
Generaciones
Aún quedan en la memoria del cronista los sabrosos coloquios en la tienda de Milton Porras, con Gilberto Herrera y una generación de jóvenes campesinos que en el casco urbano de Socotá vivian alegres y disfrutaban de una camaradería inigualable.
Everto se destacó por eso, por compartir con sus amigos, platicar hasta el cansancio y escucharlos.
Trabajo
Tiempo después incursionó en el mundo de las ventas, en los Llanos de Casanare donde decidió crear y montar su propio negocio, el ‘Almacén Santa Marta’.
Por asesoría de amigos, terminó montando su emprenderismo en el municipio de Paz de Ariporo, Casanare, un pueblo que había que hacer escala para llegar porque no había puentes.
Lastimosamente el negocio no prosperó y decidió montar otro negocio en el municipio de Maní, sin que tampoco diera mucho éxito.
Familia
Luego se casó con la señora Mery Porras con quien tuvo sus hijos Paola, Nelson, Mónica y Daniel que hasta hoy los acompañó con afecto y ahora lo despiden con llanto en los ojos, pero con cariño.
Everto fue un lector empedernido y se sabe que las enseñanzas de sus profesoras Aracely y otras que no se han quedado en la memoria le inculcaron el amor a la lectura y su aprecio por la Biblia que al parecer la leyó en gran parte.




