Sargento retirado reveló detalles de pesadilla por falso trabajo en México:“Si no me vuelo, me matan”

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«Viajé el 12 de marzo a México, haciendo escalas en Bogotá, Medellín y finalmente en México. El 13 de marzo llegué al hotel según mi plan turístico previo. Luego visité la Basílica de la Virgen de Guadalupe, donde me contacté con quienes me ofrecieron trabajo de seguridad en un campo de limones», relató Cáceres. «Posteriormente, me dirigí al estado de Michoacán, donde un taxista asignado por mis presuntos empleadores me recogió el 14 de marzo. Después me trasladaron a otra camioneta y me llevaron al lugar donde supuestamente viviría y trabajaría con ellos».

Desde ese momento, Cáceres comenzó a notar señales de alarma sobre la autenticidad del trabajo. «La casa era muy humilde, solo había una cama para descansar. En ese momento, supe que las cosas no eran como me las habían pintado», recordó. «Al día siguiente, me recogieron de nuevo por la tarde y me llevaron a otro lugar donde me encontré con un grupo fuertemente armado. Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba lidiando con personas pertenecientes a un cártel… Me dieron un fusil AK47 y dijeron que íbamos a atacar a otro cártel».

Hormiga

Contra las cuerdas, Cáceres optó por seguir las órdenes que le daban mientras ideaba un plan de escape. «Tuve que aplicar la psicología inversa, aparentando cooperar mientras planeaba mi fuga. Me vistieron con uniforme militar y me entregaron botas y prendas camufladas», relató.

«

El escape

Con su estrategia en marcha desde que se dio cuenta de que estaba cautivo por el cártel, Cáceres se adaptó a las órdenes que le daban los capos, evitando desafiarlas para que creyeran que estaba cooperando. «Nos dijeron que nuestra próxima misión era atacar a un cártel enemigo. Comenzamos a caminar alrededor de las 7 de la noche, recorriendo unos ocho kilómetros a través de plantaciones de limón. Siempre me mantuve al final del grupo, hasta que encontré una oportunidad para separarme sin ser notado y me escondí entre los cultivos», narró.

Una semana después, logró contactar a su esposa y pedir ayuda. «Siempre caminé cerca de un arroyo para mantenerme hidratado, pero no confiaba en nadie en la zona, ni siquiera en la policía o la guardia nacional, ya que podrían estar involucrados con el cártel, como sucedió con el taxista», explicó.

Por razones de seguridad, Cáceres prefirió mantener su ubicación en el anonimato, ya que su vida y la de su familia aún están en peligro. Espera que el gobierno o algún país le ofrezca ayuda para superar esta terrible experiencia que duró más de veinte días. «Esta gente tiene todos mis datos y los de mi familia. Nuestra seguridad sigue en riesgo», concluyó.


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