El presidente de la Cámara, oriundo de Boyacá, se ve envuelto en escándalos sexuales y rifirrafes que arrastran al Parlamento al desprestigio en medio de una crisis nacional.

La presidencia de Jaime Raúl Salamanca en la Cámara de Representantes está lejos de pasar desapercibida. Lo que debería ser un periodo marcado por la gestión legislativa y el liderazgo político se ha convertido en un carnaval de controversias, muchas de ellas surgidas de su hiperactividad en redes sociales. La pregunta del momento es: ¿qué está haciendo el presidente de la Cámara? ¿Y qué tan lejos puede llegar este tipo de comportamiento antes de que le pase factura no solo a su imagen, sino también a la de su partido y su departamento?
Esta semana, Salamanca fue noticia en varios frentes, aunque no precisamente por sus logros legislativos. Primero, su decisión de responder preguntas íntimas en Instagram, en una sesión que incluía desde preferencias personales hasta temas de corte sexual, levantó una tormenta mediática. Su respuesta a una pregunta tan directa como «¿Cuánto le mide?», con un comentario humorístico que incluyó el emoji de berenjena, fue vista como una muestra de irreverencia y falta de profesionalismo para alguien que ostenta el segundo cargo más importante del país después de la Presidencia de la República.
Mientras tanto, estas respuestas ocurrieron en un momento particularmente crítico para el país, marcado por la escalada de violencia en el Catatumbo. Salamanca, lejos de mantenerse al margen, redobló la apuesta en X (antes Twitter), calificando las críticas como «doble moral» y afirmando que su vida privada no debería ser tema de discusión. “Soy re trabajador y comprometido con el país. Y si también soy una persona común y corriente. Con tantas cosas importantes que pensar y salen con eso”, respondió.

Por si fuera poco, Salamanca también se enfrascó en un rifirrafe con el concejal de Bogotá Daniel Briceño, conocido por sus investigaciones y denuncias en redes sociales. En este cruce, Briceño recordó que el hermano del congresista renunció a la gerencia de un hospital en Boyacá por un conflicto de interés relacionado con la reforma a la salud, un tema que Salamanca no logró evadir con su característico estilo des complicado. Su respuesta: “Jejeje ay mi Doc. con el mayor respeto: Coja oficio”, fue ampliamente criticada como inadecuada para un líder legislativo.
Es innegable que Jaime Raúl Salamanca ha roto moldes. Su costumbre de asistir al recinto en sudadera y tenis, su estilo confianzudo y su afán por mostrarse como un político diferente le han ganado tanto admiradores como detractores. Pero el costo de estas decisiones comienza a ser evidente. La opinión pública no solo juzga las palabras, sino también el momento en que se dicen. Y cuando el país enfrenta crisis como las del Catatumbo, la sensación de desconexión con la realidad se magnifica.
En este punto, cabe preguntarse si Salamanca tiene un equipo de asesores que le ayude a navegar estas aguas turbulentas, o si simplemente está decidido a manejar su presidencia como un ejercicio de autenticidad sin filtros, cueste lo que cueste. Lo que está claro es que, para bien o para mal, su nombre seguirá siendo tendencia. Y eso, en política, puede ser tanto un activo como una condena.




