En 2018, durante el Foro Proyektoria en Yaroslavl, un canal de televisión ruso mostró a un robot humanoide llamado Boris, presentado como el gran avance tecnológico del país. Según se indicó en la transmisión, Boris podía hablar, bailar, resolver problemas matemáticos y hasta tenía sueños de aprender música y dibujo.
Sin embargo, lo que muchos percibieron como un robot de última generación terminó siendo una gran sorpresa: no era un robot real, sino un hombre dentro de un traje. Usuarios de internet comenzaron a cuestionar la veracidad de la presentación al notar que el “robot” no tenía los sensores típicos, sus movimientos eran demasiado fluidos para una máquina sin mucha tecnología y su voz sonaba robótica, pero no necesariamente computarizada.
Más pruebas surgieron cuando se difundieron imágenes desde atrás del escenario, donde se veía claramente el cuello de una persona bajo el casco. Se determinó entonces que Boris no era un prototipo único, sino un disfraz comercial fabricado por una compañía que vende trajes robóticos, disponible para compra por varios miles de euros.
El incidente generó burlas y críticas: para algunos fue una estrategia de propaganda para demostrar que Rusia estaba avanzando en robótica; para otros, un engaño mediático. La cadena televisiva que lo presentó llegó a retirar el video original, aunque luego lo volvió a subir con correcciones, alegando que todo era parte de un proyecto educativo para inspirar a jóvenes a interesarse por la robótica.
Este episodio ha quedado en la memoria como un recordatorio de lo importante que es verificar la autenticidad de los “robots” presentados mediáticamente, especialmente cuando se habla de avances tecnológicos.



