n la última semana, Rusia llevó a cabo una de sus campañas aéreas más agresivas contra Ucrania desde el inicio de la guerra. Según el presidente Volodímir Zelensky, Moscú lanzó casi mil drones de combate, además de un número similar de bombas guiadas y decenas de misiles de distintos tipos.
Durante una noche especialmente intensa, más de 170 drones fueron enviados, muchos de ellos del tipo Shahed, un modelo que Rusia ha adaptado para su uso masivo. Ante esta oleada, Ucrania reactivó su complejo sistema de defensa aérea, que incluye baterías antiaéreas, aviación de combate, equipos móviles de interceptación y incluso drones defensivos.
Los ataques causaron daños en varias regiones ucranianas, entre ellas Kharkiv, Odesa, Sumy y Chernígov. En Odesa, por ejemplo, resultó afectada una planta de energía solar. Las defensas ucranianas lograron neutralizar una buena parte de los drones, aunque varios lograron impactar en territorio ucraniano, lo que subraya la presión constante a la que está sometido el país.
Este incremento en la ofensiva aérea refleja una estrategia rusa de desgaste, especialmente con miras al invierno y ante la posible disminución de los suministros de ayuda occidental para Ucrania. Por su parte, el gobierno ucraniano ha intensificado sus gestiones diplomáticas para asegurar más sistemas de defensa y reforzar su capacidad de resistir ataques prolongados.




