Aunque la meditación es ampliamente promovida como una herramienta para mejorar la salud mental, un estudio reciente arroja luz sobre los efectos no tan conocidos que puede provocar en una parte significativa de quienes la practican.
Hallazgos principales
Una investigación realizada en Estados Unidos, con casi 900 adultos representativos de la población que medita, encontró que:
- Casi el 60 % de los participantes informaron haber experimentado al menos un efecto secundario de la meditación (por ejemplo, sensación de “desconexión”, ansiedad o sentirse flotando).
- Alrededor del 30 % declararon que tales efectos fueron angustiantes o difíciles de manejar.
- Aproximadamente el 9 % reportó que estos efectos derivaron en impedimento funcional: es decir, el impacto fue lo suficientemente fuerte como para interferir con su vida diaria.
Factores de riesgo identificados
El estudio también observó ciertas condiciones que aumentan la probabilidad de efectos adversos:
- Personas que habían tenido síntomas de salud mental o angustia psicológica en los últimos 30 días antes de meditar mostraron mayor riesgo.
- Quienes participaron en retiros intensivos de meditación residencial (práctica prolongada, silencio, muchas horas diarias) presentaron tasas más elevadas de efectos que afectaron su funcionamiento.
¿Qué tipo de efectos se han observado?
Entre los efectos secundarios más frecuentes están:
- Ansiedad o caos emocional emergente durante o después de la meditación.
- Sensaciones de despersonalización o disociación (“no estar en mi cuerpo”, “verme desde fuera”).
- Re-evocación de recuerdos traumáticos, pensamientos intrusivos o empeoramiento de síntomas psicológicos preexistentes.
¿Significa esto que la meditación es peligrosa?
No necesariamente. Los investigadores destacan que la meditación sigue siendo una práctica con muchos beneficios documentados, pero advierten que no todos los participantes tienen la misma experiencia, y no siempre se informa correctamente sobre los riesgos. Un experto resumió:
“Nuestro hallazgo no es que la gente deba tener miedo o dejar de meditar; lo que creemos es que hay que mejorar el consentimiento informado”.
Recomendaciones para quienes meditan
- Si estás comenzando o practicas sin supervisión, considera elegir sesiones dirigidas por un instructor calificado.
- Si tienes antecedentes de salud mental (ansiedad severa, depresión, trauma), informa a tu guía o profesional antes de realizar sesiones intensivas o prolongadas.
- Evita, hasta tener experiencia, retiros demasiado largos o autoprácticas intensivas sin apoyo.
- Si experimentas efectos perturbadores (ansiedad emergente, disociación, pensamientos intrusivos) durante o tras meditar, detén la práctica y consulta a un profesional en salud mental.
Conclusión
La meditación sigue siendo una herramienta poderosa para el bienestar, pero esta nueva evidencia recuerda que no es una solución universal “sin riesgos”. Reconocer los posibles efectos adversos y prepararse adecuadamente —con guía, supervisión y un buen entendimiento de la propia salud emocional— puede marcar la diferencia entre una experiencia transformadora y una que requiere intervención.




