Once Caldas borró del mapa al Deportivo Pasto con una goleada 4-0 en el Palogrande, completando un global de 6-1 y sellando la eliminación del cuadro nariñense en la Copa Colombia, el único torneo donde aún conservaba una mínima esperanza de avanzar. Con este resultado, Pasto no solo se despide del certamen, sino también de cualquier ilusión competitiva en el semestre, dejando a su hinchada con la amarga sensación de un equipo sin rumbo.
El desarrollo del partido fue una radiografía de lo que ha sido la campaña pastusa: un equipo liviano, desordenado y frágil en defensa. Once Caldas, sin necesidad de esforzarse demasiado, se aprovechó de cada error. Michael Barrios (38’), Luis Francisco Sánchez (41’), Déinner Quiñones (55’) y Mateo Zuleta (83’) fueron los verdugos de un Pasto que se derrumbó a pedazos. La eliminación duele más porque era el único escenario donde el club tenía algo por disputar.
La responsabilidad no se puede evadir, y todas las miradas apuntan a René Rosero, entrenador encargado que demostró estar lejos de tener la capacidad para conducir un equipo en instancias decisivas. Su inexperiencia quedó expuesta en la pizarra y en la cancha: planteamientos confusos, cambios tardíos y una notoria falta de lectura frente a un rival que dominó desde el primer minuto. Lo que debía ser una prueba de carácter terminó siendo una confirmación de sus limitaciones.
Rosero jamás encontró respuestas en el desarrollo del partido. Sus decisiones parecieron dictadas más por la desesperación que por un plan estratégico, y cuando intentó mover el banco, el marcador ya era una condena irreversible. En el fútbol profesional, los errores se pagan caro, y Pasto los pagó con la eliminación en la única competencia que le quedaba viva.
La afición, que veía en la Copa Colombia una tabla de salvación en medio de un semestre mediocre en la liga, ahora carga con una decepción monumental. En redes sociales, el pedido es claro: un cambio urgente de timón, porque bajo el liderazgo de Rosero, el equipo no solo pierde, sino que lo hace dejando la sensación de improvisación y falta de autoridad.
Este fracaso no es solo deportivo, también es institucional. Un club que se queda sin objetivos competitivos en octubre revela la ausencia de planificación y de un proyecto serio. Pasto no solo quedó eliminado de un torneo, sino también del último aliciente para mantener motivada a su hinchada. El semestre está oficialmente en blanco, y la dirigencia deberá responder por un plantel corto, un cuerpo técnico improvisado y un proyecto que nunca despegó.




