Reír para no llorar: el humor como antídoto emocional en la era del trauma

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Dicen que el humor es la distancia más corta entre dos personas, pero también puede ser la más corta entre uno mismo y su propio dolor. En tiempos donde hablar del trauma se volvió casi una moneda cultural —terapia, redes, autoficción—, reírse de lo que duele es una forma de tomar el control. No niega el sufrimiento: lo traduce.

La comedia siempre ha sido una respuesta al desastre. Después de guerras, crisis o dictaduras, florecen los chistes como hongos después de la lluvia. El humor no cura las heridas, pero evita que se pudran. Es una manera de mirar al abismo y decirle: “está bien, me vas a tragar, pero al menos me río primero”.

Lo interesante es que esta relación entre humor y trauma se ha vuelto casi científica. La psicología lo llama “reencuadre cognitivo”: convertir una experiencia dolorosa en una narrativa manejable. Los comediantes, sin saberlo, llevan siglos aplicando ese método en bares, tabernas y micrófonos abiertos. Cuando alguien se sube a contar cómo lo dejó su ex o cómo lo humilló su jefe, está haciendo terapia colectiva con carcajadas.

Pero hay una línea delgada. El humor no siempre libera; a veces disfraza. Muchos chistes esconden una tristeza que nunca se verbaliza. Es como ponerle glitter al vacío: se ve bonito, pero sigue siendo vacío. Por eso el humor más potente no es el que evade, sino el que atraviesa. El que usa la risa para mirar de frente lo insoportable.

El auge de la comedia confesional —donde los comediantes hablan abiertamente de ansiedad, abuso o pobreza— demuestra que el público ya no busca solo chistes, sino catarsis. Queremos reírnos, sí, pero también reconocernos. Cuando alguien logra hacerte reír con algo que te dolía, no solo te saca una carcajada: te devuelve poder.

El humor, en el fondo, es una forma de dignidad. Una manera elegante de decir: “no me rompiste del todo”. En una época donde todo se analiza y se medicaliza, reír sigue siendo un acto profundamente humano.

Y quizás, más que un mecanismo de defensa, sea una forma de resistencia.


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