Ana Luiza Oliveira Neves, de 17 años, recibió un regalo inesperado en su casa el sábado 31 de mayo, en Itapecerica da Serra, Sao Paulo. Un domiciliario le entregó un pastel de chocolate acompañado de dos notas escritas a mano. Una de ellas decía: “Un regalo para la chica más hermosa que he visto en mi vida”. La otra expresaba: “La chica más dulce y con la personalidad más increíble”. Recibió un pastel con una nota romántica y terminó muerta.
Emocionada, la adolescente compartió la sorpresa en sus grupos de WhatsApp. Incluso bromeó diciendo: “Si muero envenenada, ya saben por qué”. Trágicamente, esa frase resultó premonitoria.
Poco después de probar el pastel, Ana comenzó a sentirse mal. Su familia la llevó al hospital, donde los médicos diagnosticaron una intoxicación alimentaria. La dieron de alta. Pero esa misma madrugada, el dolor volvió con más fuerza. Sufrió un desmayo, la llevaron de nuevo al hospital… y murió.
El informe médico reveló que había ingerido arsénico.
La investigación condujo a su mejor amiga; Recibió un pastel con una nota romántica y terminó muerta
Tras el fallecimiento, la Policía interrogó al repartidor que entregó el pastel. Él proporcionó datos clave: el nombre de quien lo encargó y la pastelería donde fue comprado. La autora resultó ser una de las mejores amigas de Ana, también menor de edad.
La joven confesó que compró el pastel en una tienda física y lo manipuló para añadirle veneno antes de enviarlo. Dijo que su intención no era matarla, sino “asustarla”. Afirmó sentir envidia de Ana, especialmente por su belleza y por “robarle” a los chicos que le gustaban.
La investigación también descubrió que no era la primera vez. Semanas antes, intentó envenenar a otra amiga usando el mismo método. Esa víctima sobrevivió, pero nunca la denunció.
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La frialdad tras el crimen: se quedó a dormir en su casa
El padre de Ana, Silvio, reveló detalles escalofriantes. La amiga asesina había pasado el fin de semana en su casa. Estuvo presente cuando Ana enfermó por primera vez. También estuvo ahí cuando volvió a sentirse mal. E incluso la abrazó tras su muerte.

“No reaccionó, no dijo nada… me abrazó después de que mi hija murió. Todo el tiempo supo lo que había hecho”, dijo Silvio en entrevistas a medios locales.
La dueña de la pastelería involucrada aclaró en redes sociales que el envío no fue gestionado por su personal. “Alguien compró el pastel en la tienda física, salió con el producto y usó nuestra marca para cometer una atrocidad”, escribió.
Este caso ha generado un aluvión de reacciones en redes sociales. Usuarios exigen justicia y piden mayor vigilancia sobre la venta de venenos por internet y la manipulación de alimentos. El crimen ha abierto un fuerte debate sobre salud mental, celos juveniles y los peligros ocultos en las relaciones más cercanas.



