En ciudades como San Pablo (São Paulo) y otras principales urbes brasileñas, por el momento la vida diaria se mantiene relativamente normal: la gente va a trabajar como en un día habitual. No hay reportes masivos de protestas violentas ni disturbios generalizados.
A pesar de esta calma relativa, hay tensión política significativa. La condena tiene un peso simbólico muy grande, y muchos sectores la interpretan no solo como judicial, sino como parte de la lucha política en curso.
No obstante, sí se están dando expresiones públicas de apoyo y rechazo:
- Apoyo a la sentencia: manifestantes que celebran la decisión como una señal de fortaleza institucional y de defensa de la democracia.
- Rechazo: seguidores de Bolsonaro y algunos actores políticos han condenado la sentencia, calificándola de persecución política. Ha habido llamados a protestar, solicitudes de amnistía, críticas al papel del STF.
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