El proyecto hidroeléctrico El Quimbo, lejos de representar únicamente un embalse, dejó profundas afectaciones en comunidades rurales que aún no logran recuperarse. Como lo señala el líder social Franky Vega, muchas familias perdieron sus tierras, su estabilidad económica y su arraigo. Lo que prometía progreso terminó convirtiéndose en un conflicto prolongado que golpeó la subsistencia de pescadores, agricultores y pequeños productores.
Las comunidades afirman que la transformación del territorio modificó el curso de sus vidas: actividades tradicionales desaparecieron, la pesca se redujo drásticamente y la economía local se fragmentó. A pesar de múltiples solicitudes, sienten que las respuestas institucionales han sido lentas, parciales y, en muchos casos, insuficientes.
Territorio en incertidumbre
En el sur del Huila, los habitantes se han visto obligados a adaptarse a una realidad impuesta, marcada por el cambio ambiental, la pérdida de fuentes de ingreso y la ausencia de garantías plenas para su recuperación. El Quimbo representa para ellos un proceso inconcluso donde las promesas iniciales contrastan con las dificultades actuales.
Organizaciones sociales insisten en que el debate no debe centrarse únicamente en mirar al pasado, sino en reconocer lo que todavía falta por reparar: compensaciones justas, reactivación económica, sostenibilidad ambiental y proyectos que devuelvan oportunidades reales a quienes resultaron afectados.
Reparar
Para los voceros comunitarios, hablar del Quimbo es hablar de futuro. Exigen que se garanticen condiciones de dignidad, seguridad y estabilidad para las familias, recordando que cuando un territorio se transforma sin consenso ni justicia, se compromete también el porvenir de toda una región. El llamado es claro: el sur del Huila merece ser escuchado, atendido y acompañado en la reconstrucción de su vida productiva y social.



