El mayor opositor ruso de Vladimir Putin tenía 47 años. Su estado se había deteriorado durante los tres años que pasó en prisión, donde se quejó de que se le había negado tratamiento médico y había pasado casi 300 días en régimen de aislamiento.
En el momento de su arresto en enero de 2021, había pasado meses recuperándose de un ataque con un agente nervioso.
Aun así, parecía estar relativamente bien de humor y de salud en un video judicial filmado un día antes de su muerte.
La opinión internacional no parece coincidir con el relato de Rusia sobre lo que le sucedió en IK-3, o «Lobo Polar», una de las prisiones más septentrionales y más duras de Rusia.
En diciembre lo habían trasladado a esta famosa cárcel ártica, miles de kilómetros al noreste de Moscú.
El sábado, la portavoz del equipo del activista, Kira Yarmysh, indicó que funcionarios rusos habían dicho que el cuerpo de Navalny no será entregado a su familia hasta que se complete la autopsia.
Yarmysh señaló que la familia no sabe dónde está guardado su cuerpo. Su madre y su abogado acudieron a la morgue, en una remota ciudad del Ártico, donde les dijeron que estaba, pero la encontraron cerrada.
La vocera también dijo que a otro abogado de Navalny le habían dicho que una autopsia inicial no era concluyente y que los resultados de un segundo examen se publicarían la próxima semana.
«Sabemos con seguridad que no fue solo una muerte, fue un asesinato”, indicó Yarmysh.
«Están tratando de tapar los rastros, por eso no entregan el cuerpo a su familia y por eso simplemente lo esconden».
Otro aliado del líder opositor dijo que a su madre y a su abogado les habían dicho en la colonia penal que la causa de la muerte fue el «síndrome de muerte súbita».
Reacciones
Al menos 231 personas, en 21 ciudades en Rusia, han sido detenidas en actos celebrados en memoria del activista, informó la organización de derechos humanos OVD-Info.
El sábado, la policía de Moscú detuvo a 15 personas que hacían fila para dejar flores en un monumento por las víctimas de la represión soviética.
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Stéphane Séjourné, dijo que Navalny «pagó con su vida» por su «resistencia a la opresión rusa», y añadió que su muerte era un recordatorio de la «realidad del régimen de Vladimir Putin».
El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que en Rusia «los espíritus libres son enviados al Gulag y condenados a muerte», mientras que su par estadounidense, Joe Biden, dijo que «Putin es responsable de la muerte de Navalny».
La madre de Navalny, Lyudmila, dijo en una publicación de Facebook citada por el periódico Novaya Gazeta que su hijo estaba «vivo, sano y feliz» cuando lo vio por última vez el 12 de febrero.
«Realmente no podemos creer a Putin y su gobierno», dijo Yulia, su esposa.
