Qué respiras realmente cuando hueles heces: la ciencia detrás de los malos olores

[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

Es una experiencia universal y nada agradable: entrar en un baño público, recoger los desechos de una mascota o estar cerca de alguien con problemas digestivos. En cuestión de segundos, el olor nos golpea y surge la inevitable pregunta: ¿qué es exactamente lo que estamos inhalando cuando olemos algo tan desagradable?

El sentido del olfato, aunque poco valorado, es una de las herramientas biológicas más sofisticadas del cuerpo humano. En lo alto de la cavidad nasal se encuentra el epitelio olfativo, una zona diminuta —apenas del tamaño de un sello postal— que contiene millones de neuronas receptoras capaces de identificar hasta 10.000 aromas diferentes.

Cuando percibimos un olor, lo que realmente sucede es que moléculas volátiles suspendidas en el aire entran en contacto con esos receptores. Esas partículas son tan pequeñas que pueden atravesar el aire con facilidad y enviarnos señales químicas que el cerebro traduce en una sensación: floral, frutal… o repugnante.

No, no respiras “partículas de heces”

Una de las preguntas más comunes —y desagradables— es si, al oler heces, estamos aspirando materia fecal. La respuesta científica es no. Lo que inhalamos no son fragmentos sólidos, sino moléculas gaseosas liberadas durante el proceso de descomposición.

Según los expertos en química del olfato, el característico olor de las heces se debe principalmente a compuestos sulfurados, como el sulfuro de hidrógeno, el metanotiol y los sulfuros de metilo volátiles. Todos ellos son subproductos de la actividad bacteriana intestinal, los mismos responsables de los gases o flatulencias.

Estos compuestos son detectados incluso en cantidades ínfimas —a veces de una parte por millón—, razón por la cual el olor puede resultar tan penetrante y persistente.

El arte (y la ciencia) de oler

Aunque desagradable, este mecanismo cumple una función evolutiva importante: advertirnos del peligro biológico. El cerebro asocia los olores fétidos con sustancias potencialmente dañinas, como desechos o alimentos en mal estado, activando una respuesta instintiva de rechazo.

Así que la próxima vez que un mal olor te obligue a taparte la nariz, puedes consolarte con una certeza: no estás respirando heces, sino moléculas químicas volátiles que tu cuerpo detecta como una señal de alerta ancestral.


Compartir en

Te Puede Interesar