Los ‘cebolleros’ han sido toda una institución en Bogotá desde finales de los 60, cuando desfilaban ‘nuevecitos’ por la carrera 10a., la 13 y por casi todas las grandes avenidas recién inauguradas.
Poco a poco aquellos colectivos, buses, cebolleros o conocidos actualmente como SITP provisionales han desaparecido de las calles para abrirles paso a los buses azules. A las afueras de Bogotá queda una de las plantas, donde se les da fin a la vida útil de estos antiguos vehículos y se convierten en acero para reutilizarse como insumos de construcción. ¿Cómo se lleva a cabo este proceso? ¿Cuándo dejarán de existir por completo los buses con pago en efectivo?
¿De quién son trompas? De un ‘cebollero’. ¿Dónde cogió esa pulga? En un ‘cebollero’. ¿A qué huele? A ‘chucha’, es que yo venía en un ‘cebollero’.
Trompudos, pulguientos y con un olorcito inconfundible a axila descuidada (de ahí su nombre), los populares y clásicos buses rojos, blancos, verdes y naranja marca Dodge, Chevrolet y Mercury, de los modelos 68 al 93, llegaron a su partida de defunción.
El transporte público de pasajeros es un servicio que durante años ha ido evolucionando desde todos sus componentes, evidenciándose unas mutaciones totales en su acepción legal, en la financiera, en la política y lógicamente en la social, desde hace décadas la sencilla ecuación del contrato de transporte de pasajeros en nuestro contexto mutó, partiendo de una primigenia concepción amparada por la prestación del servicio en cabeza de una empresa distrital de transporte, pasando por una convulsionada época durante los años noventa, en donde el sistema yacía inmerso dentro del caos y la guerra del centavo, hasta la configuración de un sofisticado sistema estructurado sobre la estabilidad contractual, los modelos financieros, y la complejidad macroempresarial.




