La inconformidad de los habitantes de los barrios Aldea de la Libertad, Antonio Nariño y Madelena llegó a su punto más alto. Desde hace varios días mantienen bloqueada una de las vías principales del sector, en señal de protesta ante lo que consideran un abandono histórico por parte de la administración municipal. Calles deterioradas, deficiencias en el servicio de alumbrado público, falta de seguridad y ausencia de inversión social son las principales quejas que enardecen a la comunidad.
El reclamo es claro: los vecinos exigen la presencia y acciones concretas del secretario de Gobierno de Neiva, Francisco Cardoso, a quien responsabilizan de liderar una mesa de soluciones que vaya más allá del discurso. “Queremos hechos, no promesas. No más papeles ni reuniones vacías. Llevamos años soportando las mismas excusas”, expresó uno de los líderes barriales durante la manifestación. La figura de Cardoso queda, así, en el ojo de la tormenta política y social.
Diálogo
Mientras la comunidad insiste en mantener la vía bloqueada, representantes del gobierno municipal intentan negociar acuerdos que calmen los ánimos. Sin embargo, la desconfianza ciudadana es evidente: aseguran que los compromisos anteriores nunca se cumplieron y que la única manera de obtener atención es a través de la protesta. La situación genera caos vehicular, malestar en conductores y comerciantes, y pone en evidencia la falta de canales efectivos entre ciudadanía y administración.
Crítica
Lo ocurrido refleja una crisis más amplia: la incapacidad de la Alcaldía para anticipar los conflictos sociales y responder con estrategias preventivas. La gestión reactiva, basada en atender solo cuando estallan los bloqueos, se ha convertido en una práctica recurrente que desgasta a la población y profundiza la desconfianza en las instituciones. En este escenario, Cardoso aparece como un funcionario llamado a demostrar liderazgo real o resignarse a que su secretaría se perciba como una oficina de apagafuegos sin resultados.
Problema
Las demandas de estos tres barrios son un espejo de lo que ocurre en varios sectores de Neiva: comunidades olvidadas, cansadas de esperar inversiones básicas y expuestas a escenarios de inseguridad y deterioro urbano. La protesta, lejos de ser un hecho aislado, envía un mensaje contundente: la ciudadanía no seguirá tolerando la indiferencia estatal. El desafío ahora recae sobre la administración municipal, que deberá responder con soluciones inmediatas o enfrentar el riesgo de que más sectores adopten la vía de la protesta como único camino para ser escuchados.
