La historia real de un grupo de uruguayos que, tras sufrir un accidente aéreo en Los Andes, se vieron obligados a alimentarse de los cadáveres de sus compañeros.
Pero en el trasfondo helado de la película hay una duda inquietante que nos enfrenta a nosotros mismos: cuándo, en qué momento, comeríamos carne humana.
Los homínidos lo hemos hecho a lo largo de nuestra historia evolutiva y, posiblemente, lo hicimos por necesidad.
El canibalismo, una constante en la evolución humana
Hace alrededor de 1,45 millones de años, en Kenia, unos antiguos parientes nuestros se comieron a uno de los suyos, según las marcas de corte presentes en una tibia, lo que constituye la evidencia decisiva más antigua de que nuestros ancestros se masacraban y comían unos a otros.
Pero la primicia sobre el canibalismo podría tenerla otro homínido más antiguo que vivió en Sudáfrica, durante el periodo Plio-Pleistoceno (entre 2,5 y 1,5 millones de años atrás), cuyo maxilar derecho presenta marcas de corte infligidas por una herramienta de piedra.
Siguiendo esta inercia, parece que fueron caníbales todos los homínidos, desde el Homo antecessor de Atapuerca“ y los neandertales hasta las diferentes sociedades de Homo sapiens.
Por ejemplo, se han encontrado pruebas de que los aborígenes con los que contactó Colón en América eran caníbales. En otros espacios geográficos, entre ellos ciertas islas del Pacífico, el canibalismo se ha practicado hasta tiempos recientes.
Cuando éramos preferentemente cazadores necesitábamos mucha grasa
La capacidad de nuestra especie –y otros parientes previos– para adaptarse a cualquier tipo de hábitat influyó decisivamente en su alimentación.
En las regiones árticas y circumpolares, especialmente durante los periodos glaciares, la proporción de alimento de origen animal ingerida fue superior a la de las regiones más cálidas, y la fuente de energía principal habría sido la grasa animal.
Por el contrario, en las regiones más meridionales, los alimentos vegetales, ricos en carbohidratos, serían más frecuentes.
Eso sí, la dependencia de la grasa siempre existió, entre otros motivos por la necesidad de consumir ácidos grasos omega-3 y omega-6, esenciales para los homínidos, imprescindibles para el buen funcionamiento del cerebro.
De hecho, un déficit de omega-3 conlleva la aparición de diversas enfermedades carenciales.
Los caballos y los elefantes tienen más omega-3 que los renos
Los mamíferos de estómago simple (homínidos, caballos, osos, elefantes y mamuts) presentan una grasa subcutánea rica en omega-3.
Por el contrario, los animales con un sistema digestivo complejo o rumiantes (cabras, renos, ciervos y bisontes) siempre muestran una grasa corporal mucho más pobre en estos ácidos grasos.
De ahí se deduce que el estatus nutricional de nuestros antepasados estuvo supeditado, en gran medida, a la elección de sus presas.
Sabemos que los homínidos de la Edad de Piedra, en periodos más o menos frecuentes, dependían estrechamente de unas pocas especies de animales para la subsistencia y tenían poco margen para elegir.
¿Qué ocurría cuando escaseaban las presas ricas en omega-3? La respuesta es clara: otras fuentes vegetales de omega-3, como semillas de lino, nueces y recursos similares, podrían haber suplido la grasa animal.
Sin embargo, en Eurasia, durante los largos inviernos glaciares, los recursos vegetales también escaseaban.
Eso habría provocado que las enfermedades crónicas de déficit de omega-3 se manifestaran con mayor frecuencia, por lo que a largo plazo el éxito evolutivo del grupo de homínidos habría estado comprometido.
