La pregunta ha surgido entre curiosos y políticos que han visto con asombro cómo, en un lugar reservado para las decisiones más trascendentales del país, ahora se encuentra un humilde pero colorido rincón dedicado a la venta de frutas.
La iniciativa no es solo un acto peculiar, sino que busca enviar un mensaje claro: la necesidad de acercar la vida cotidiana a los pasillos del poder. En un espacio que muchas veces parece estar desconectado de la realidad que viven millones de ciudadanos, este puesto representa un recordatorio simbólico de que la política también debe nutrir las verdaderas necesidades de la gente.
Además, no es solo una cuestión de fruta fresca; es un gesto que habla de salud, de alimentación sana y, en un sentido más amplio, de la importancia de hacer accesible lo básico en cada rincón del país. Sin embargo, lo que podría parecer una simple anécdota para algunos es, en el fondo, una llamada de atención: ¿en qué momento el Congreso, tan enfocado en sus debates, olvidó la simplicidad de los problemas cotidianos?
Quizás, este pequeño puesto sea una forma de recordarle a los legisladores que entre la burocracia y los discursos, hay necesidades básicas que no pueden pasar desapercibidas.




