Comienza preparando la masa si decides hacerla casera. Mezcla harina, agua tibia, levadura, sal y un chorrito de aceite de oliva. Amasa durante diez minutos hasta obtener una masa suave y elástica. Déjala reposar en un recipiente cubierto hasta que doble su tamaño, aproximadamente una hora. Si usas masa ya lista, simplemente estírala sobre una superficie enharinada.
Precalienta el horno a temperatura alta, idealmente 220–250 °C. Estira la masa en forma redonda y colócala sobre una bandeja o piedra para pizza. Extiende una capa fina de salsa de tomate preparada con tomate triturado, sal, orégano y un poco de aceite de oliva. No excedas la cantidad para evitar que la masa se humedezca demasiado.
Corta mozzarella fresca en rodajas o trocitos y distribúyela sobre la salsa. Añade unas hojas de albahaca fresca, reservando algunas para después del horneado. Coloca la pizza en el horno y cocina entre 10 y 15 minutos, hasta que la masa esté dorada y el queso burbujeante.
Al sacar la pizza, añade las hojas de albahaca restantes y un hilo de aceite de oliva extra virgen. Sirve inmediatamente para disfrutar del contraste entre la masa crujiente, el queso suave y el aroma fresco.
