En los últimos días, la relación entre Colombia y Estados Unidos ha experimentado una de sus peores crisis diplomáticas en décadas. El origen del conflicto se remonta a una serie de declaraciones del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, quien calificó al presidente colombiano Gustavo Petro como “errático” y expresó su profunda inquietud por la estabilidad política y la lucha contra el narcotráfico en Colombia, señalando además que organizaciones criminales operan desde Venezuela con impunidad. Estas críticas ocurren en un contexto marcado por la conmoción nacional por el magnicidio del senador Miguel Uribe Turbay, figura de la oposición y precandidato presidencial, cuyo asesinato reavivó tensiones políticas y cuestionamientos al clima público.
Ante esos calificativos y el clima político, Petro respondió con contundencia: “No soy tan errático como para apoyar un gobierno que hace un genocidio donde mueren 20.000 bebés”, en clara alusión al conflicto en Gaza y al respaldo estadounidense a la política israelí.
Como consecuencia de esta escalada verbal, EE. UU. decidió retirar a su encargado de negocios en Bogotá, John McNamara, para realizar “consultas urgentes”, calificándolo de respuesta a “declaraciones infundadas y reprobables” emitidas por altos funcionarios del gobierno colombiano. En cuestión de horas, Colombia respondió retirando a su propio embajador en Washington, Daniel García-Peña, con el fin de evaluar la agenda bilateral y posibles salidas diplomáticas.
Previamente, en junio, Petro había insinuado que Rubio estaría implicado en un complot para desestabilizar su mandato, mencionando especialmente a exfuncionarios y sectores de la oligarquía interna. Estas acusaciones generaron alarma en Washington, que las consideró infundadas, lo que precipitó la crisis. Tras esos intercambios, Petro buscó desescalar la situación enviando una carta al presidente Trump, aclarando que sus comentarios no pretendían acusaciones personales ni conspirativas sin pruebas, pero la confianza bilateral ya estaba profundamente impactada.
Cada vez más limitadas, las relaciones entre ambos países se han visto afectadas en áreas cruciales como la cooperación en seguridad, la lucha contra las drogas, la migración y la transición energética. A pesar de esto, EE. UU. sigue siendo el socio comercial más importante de Colombia, con un comercio que alcanzó los USD 33,8 millardos en 2023. No obstante, el endurecimiento del tono y el enfrentamiento retórico ponen en riesgo la continuidad de colaboraciones estratégicas que, hasta hace poco, fueron pilares de la política exterior colombiana.



