En una explosiva arenga que sacudió los cimientos del poder político tradicional, el presidente Gustavo Petro lanzó una declaración de guerra total contra las casas políticas del Caribe colombiano durante un multitudinario evento en Barranquilla que amenaza con reconfigurar el mapa electoral del país.
El mandatario elevó dramáticamente la apuesta al plantear un «pulso anticipado» por los votos de 2026, advirtiendo que está dispuesto a convocar una «huelga general» si no prospera su consulta popular, en lo que constituye la amenaza más directa contra el establishment político desde su llegada al poder.
«Creen que pueden convertirse en verdugos, hundir la consulta popular y decir que al pueblo no se le deja hablar», rugió Petro ante miles de seguidores, antes de lanzar su proyectil más demoledor: «no habrá más pobres vendiendo sus votos en el Caribe colombiano, se les acabó el jueguito».
La diatriba presidencial incluyó acusaciones frontales de compra de votos contra todos los congresistas del Atlántico que se oponen a su agenda, llamando explícitamente a sus bases a «no reelegirlos» y extendiendo esta campaña de tierra arrasada a todos los legisladores caribeños que considera enemigos.
Esta declaración de hostilidades marca un punto de no retorno en las relaciones entre el gobierno nacional y los caciques regionales del Caribe, quienes durante décadas han dominado la política electoral de la costa atlántica a través de maquinarias que Petro acusa abiertamente de corruptas y clientelistas.
