La instalación de artefactos explosivos de baja potencia en tres establecimientos de Falabella, ubicados en centros comerciales de Bogotá, encendió las alarmas de seguridad y las preguntas sobre el alcance del vandalismo en espacios de consumo. Los establecimientos, que suelen asociarse con un ambiente de tranquilidad y orden, se vieron sacudidos por este hecho que trastoca la percepción de seguridad para empleados, clientes y administradores.
La investigación apunta a dilucidar quiénes estarían detrás de las instalaciones, cuál es el propósito y qué implicaciones tienen para la cadena comercial y la ciudad. Este tipo de acciones, aunque sin víctimas graves reportadas hasta ahora, juega con la simbólica de la vulnerabilidad en zonas consideradas seguras. Y, de fondo, plantea un reto para las autoridades en cuanto a detección, reacción y prevención de amenazas en espacios que reciben cientos de personas diariamente.
