os expertos en psicología del desarrollo alertan que los conflictos de pareja frente a los hijos no sólo incomodan, sino que pueden generar un impacto emocional profundo y duradero en ellos. Aunque es natural que las parejas discutan, cuando estas peleas son intensas o frecuentes, los niños pueden interpretar el conflicto de una manera muy distinta a los adultos.
Para un menor, especialmente cuando es pequeño, la mente aún no está madura para entender la complejidad de las relaciones adultas. Así, ante una discusión de sus padres, no es raro que el niño termine pensando que él es el causante del problema, sintiendo una culpa egocéntrica sobre la situación.
Esta carga emocional puede transformarse en ansiedad, inseguridad y bajo autoestima. Al ver a sus figuras de referencia (los padres) en conflicto, muchos niños activan su “sistema de alarma” interno, lo que provoca estrés constante, dificultades para dormir o cambios de comportamiento. Además, estos patrones de conflicto mal gestionados pueden convertirse en modelos relacionales que los niños replicarán en su vida adulta.
No obstante — señalan los psicólogos — no todas las discusiones son dañinas si se llevan con respeto. Discutir de forma saludable (sin gritos, con tono pausado, reconociendo el desacuerdo) puede enseñar a los hijos que los adultos también tienen diferencias, pero que existe un camino para resolverlas. Lo peligroso es cuando esas discusiones se tornan agresivas, con insultos, humillaciones o violencia emocional.
Los especialistas recomiendan a las parejas:
- Evitar pelear frente a los niños, especialmente cuando la intensidad sube demasiado.
- Si deben hablar un tema delicado, buscar un momento a solas para abordarlo.
- Mostrar reconciliación, para que los niños vean que los conflictos pueden resolverse.
- Buscar ayuda profesional si los conflictos son constantes o se vuelven dañinos para el ambiente familiar.
En resumen, los psicólogos coinciden: saber gestionar el conflicto en pareja no sólo es saludable para la relación, sino también para la estabilidad emocional de los niños.




